Dos veces había intentado seguir Mad Men en Canal + y dos veces me había quedo completamente dormida en el intento. Cierto es que en ambas ocasiones no empecé por el primer episodio y que su horario de emisión coincidía con la hora de la siesta, pero ese ritmo lento y sosegado que tienen las vidas de Don Draper y sus colegas y familiares no parecía estar hecho para mí.
Así las cosas, había abandonado todo interés en la serie, aunque he de reconocer que cada nuevo premio que iba a parar a sus manos me hacía pensar que debía estar perdiéndome algo bueno.
Hace un par de meses me insistieron en que le diera una oportunidad, que no podía ser que no me gustara, que estaba equivocada y, ante la insistencia por parte de alguien que conoce mis gustos televisivos, prometí verla en vacaciones. Y aquí estoy, dedicándole un post tras ver los primeros siete episodios.
Me reafirmo sin duda alguna en la idea de que nos encontramos ante una serie lenta, donde pasan pocas cosas por episodio y las que ocurren tienen un ritmo casi inexistente. Teniendo en cuenta que nos encontramos ante una ajetreada agencia de publicidad, la tranquilidad reinante se vuelve extraña y llama la atención que el único sitio ajetreado sea la sala de las telefonistas y las braguetas de algunos de sus protagonistas.
Sin embargo, la serie tiene detalles deliciosos, especialmente el tratamiento visual de sus escenas, cómo cuentan las historias deteniéndose en detalles casi inapreciables que parecen sacados de una película de la época que representan, los años 60. Sin embargo, contrariamente a las bonitas comedias familiares que podemos recordar de aquellos tiempos, los personajes de Mad Men son todos una pandilla de infelices, incapaces de amar, de sentirse amados, o de pasar el día sin beber alcohol de forma constante y fumar como verdaderos posesos (creo que este serie está contraindicada para fumadores o bebedores en proceso de abandono del vicio). Realmente, la serie debería llamarse Sad Men.
Un drama en toda la extensión de la palabra, un montón de personajes vacíos y una buena capacidad para hacernos sentir mal viéndola, unas vidas desgraciadas que se benefician precisamente de ese ritmo lento, que hace que cada hora de sus vidas amargue aún más, una amargura que ni las infidelidades ni el alcohol son capaces de aliviar.
Si, después de apenas siete episodios puedo decir que Mad Men es una buena serie, una excelente, solo hay que saber entenderla, readaptarse a otra manera de contar las cosas, sin prisas ni estridencias.
Yo también le he dado una oportunidad este verano, y ya voy por la tercera temporada. Gran serie que te va conquistando poco a poco.