Sorprendente el dato de audiencia del estreno de Los Tudor el pasado jueves, una serie de excelente calidad pero completamente distinta a la que anteriormente ocupaba el mismo espacio en la parrilla: Gran Reserva. Ya he manifestado anteriormente mi interés por conocer las aventuras de los vinateros más famosos de la televisión y lo digno que me parece el producto, pero no es menos cierto que es mucho más sencillo ver a Emilio Gutierrez Caba haciendo perrerías al más puro estilo Angela Channing que meterse en una serie de época.
En Telecinco además había una competencia de las clásicas, Supervivientes, una edición que cada semana se ha visto superada por TVE, pero que ha alargado su duración en una semana, seguramente para arañar la audiencia que previsiblemente dejaba Gran Reserva y que pensarían mantener durante dos entregas. Sin embargo, pese a que unos cuantos espectadores se redistribuyeron por las cadenas, la jugada no ha funcionado y la audiencia ha demostrado que sabe valorar un buen producto cuando se le presenta en condiciones, haciendo líder a Los Tudor, una serie que, cortada hasta tres veces por hasta 15 minutos de publicidad, no habría obtenido tan buenos resultados.
No podemos negar que ver un episodio completo de cualquier serie sin ninguna interrupción es algo que crea afición entre los espectadores y TVE ha sabido crear esa cita con las series de los jueves que se está llevando el liderazgo semana a semana, permitiendo ofrecer productos menos cercanos que Cuéntame o Gran Reserva, pero igualmente satisfactorios. La obligación de eliminar la publicidad con la que se encontró de pronto TVE se ha convertido en su mayor ventaja competitiva en el prime-time y, aunque es posible que en breve empiecen a sufrir por falta de dinero para producir proyectos de calidad, el hábito está creado entre la audiencia y será más sencillo que algunos contenidos, a priori menos competitivos, tengan una aceptación, no solo digna, sino también líder de su franja.
Completamente de acuerdo. Muchas veces me he preguntado por qué grandísimas series obtenían audiencias ridículas, y normalmente a uno le contestan con ese autocompasivo «es que Spain is different». Pues no, yo no creo que a todo el mundo le interesen las historias de la Esteban ni los famosillos de medio pelo, lo que pasa es que hay mucha gente a la que han ahuyentado, que directamente no se ha querido enganchar a las series ante la incertidumbre de no saber si a las tres semanas va a cambiar de franja, día, o incluso de plano espacio-temporal (ahí tenemos a ese Bauer arrasando contra las teletiendas). Y desde luego, la publicidad es un cáncer, no sólo te fastidia sobremanera, sino que en muchos otros casos te hace perder el interés, la atención, y en el peor de los casos incluso el mando a distancia.
Muchos dicen que cadenas como Telecinco ofrecen ni más ni menos que lo que demanda el público, y yo digo que el público demanda lo que le han enseñado a ver.
La cuestión es si este modelo es sostenible, y no parece el mejor momento para hacer experimentos, pero ahí tenemos un buen punto de partida, al menos ya no da vergüenza ajena poner la televisión pública, y tampoco es como si no hubiera sido siempre un coladero inmenso de nuestros dineros.