Hace unas semanas se anunciaba por sorpresa el regreso de Operación Triunfo, un reality que ha seguido funcionando con relativo éxito en sus distintas ediciones, pero que ha sufrido un notable desgaste de calidad derivado, en mi opinión, de un exceso de protagonismo de alguno de los miembros del equipo, probablemente fomentado desde la dirección del programa, y de una incapacidad por parte de la dirección de la academia de imponer disciplina en unos jovenzuelos que se creen estrellas cuando solo son niños mimados insoportables.

Es por eso que el anuncio del regreso de Nina como directora de la academia es una excelente noticia pues, si bien su constante sobreactuación puede resultar pesada para algunos, los seguidores del programa desde su primera edición no podemos negar que ha sido la mejor directora que ha tenido la academia, una que ha sabido ser apoyo necesario de los aspirantes a estrellas pero, al mismo tiempo, sargento al mando de un complicado grupo de personas que se creen algo solo por vivir rodeados de cámaras y ponerse pestañas postizas en cada gala.

Tanto Angel Llacer como Risto Mejide causan baja en el programa, después de protagonizar algunos de los momentos más lamentables de este concurso, tanto si su enfrentamiento era real como si era una provocación en busca de una audiencia masiva. La culpa de todas estas cuestiones sin embargo, es como siempre, de la dirección del programa, que fomenta o permite ciertas cosas que desvirtuan un formato, que dan mal ejemplo y que convierten un programa de talentos de resultados ganadores en un constante enfrentamiento entre personas. Sé que es el juego de telecinco pero en esta ocasión, se les fue de las manos y el reflejo lo tuvimos en las actitudes macarras de algunos de sus concursantes.

Bienvenida seas Nina.