Vaya la que se ha liado con el nombramiento de Alberto Oliart como sustituto de Luis Fernández al frente de la Corporación RTVE. Y todo porque tiene 81 años, que es el mayor defecto que todos los críticos con la decisión llevan por delante.
De entrada, creo que lo primero que se ha hecho mal con esta decisión es publicarla antes de que el sustituido haya comunicado su decisión de dimitir. Si bien es evidente que su convocatoria extraordinaria del Consejo para mañana no tiene otro motivo que informar de su dimisión y que muchos altos cargos del gobierno ya están al tanto de ella, no deja de ser muy poco elegante que se haga público el nombre del sustituto cuando la silla aún está caliente, tan caliente que todavía tiene las posaderas del señor Fernández encima. Es una mera formalidad, pero se empieza con estas cosas y se acaba informando a los medios de un cese antes de que el propio interesado lo sepa.
Respecto al nombramiento en sí mismo, pues no tengo mucho que decir más allá de que es chocante que el elegido sea alguien que sobrepasa con creces la edad de jubilación, mucho más en una empresa como RTVE donde hace años que están prejubilando a gente con 30 años menos, despreciando su experiencia y saber hacer. Y precisamente porque soy de las que ha criticado que se deje a un lado a quienes más saben de la profesión por las canas que peinan, no creo que se deba criticar a Alberto Oliart por su edad. Aunque quizá los 81 sean muchos, pero que muchos años, es posible que Oliart tenga más sentido común que muchos otros veinte años más jóvenes. Esto no es una mina, ni un campo de fútbol y la forma física no es importante, sino saber rodearse de gente de categoría o mantener a quienes ya han demostrado que saben hacer las cosas y dirigirlos con cabeza y eso hay quién a los 81 años sabe hacerlo muy bien.
La verdaderamente criticable podría ser la falta de experiencia de Alberto Oliart en el campo audiovisual, su escasa o nula relación con el medio televisivo en su amplia experiencia laboral pero, a nadie escapa que este tipo de cargos son bastante políticos y que los políticos, en cualquiera de sus niveles, son sabeedores de todo y expertos en nada o muy poca cosa (no hay más que echar un vistazo a los ministros de cualquier gobierno y encontraremos de todo menos expertos en la materia, salvo contadas excepciones). Volvemos entonces a la primera argumentación, la de que lo importante es el sentido común, el saber elegir a quienes saben para hacer las cosas y saber dirigirlos, tener autoridad y lograr el respeto y la confianza de quienes trabajan para tí. Que sería mejor que fuera un profesional del medio, pues evidentemente, pero no parece que las críticas hayan ido por ahí.
No, lo criticable no es que tenga 81 años. Lo criticable es que en TVE han estado prejubilando a gente capaz para contratar a nuevos directivos a los que han vuelto a prejubilar, entrando en una espiral de gasto público (pagado por el contribuyente) sin freno, cuando en realidad muchos de ellos eran gente válida.
Y claro, al final, si colocas en la poltrona a alguien de 81 años cuando te has hartado a firmar prejubilaciones, hay algo en todo esto que huele muy mal.