Hace ya algún tiempo que los viajeros expertos no se llevan disgustos con hoteles que anuncian estar en primera línea de playa para luego tener dos o tres torres de apartamentos delante. Gracias a las bondades de herramientas como Google Maps, uno ya puede consultar la ubicación del hotel donde planea pasar las vacaciones y comprobar si su emplazamiento es el anunciado. Con las fotos que cada vez más frecuentemente suben los usuarios a las distintas páginas de viajes, restaurantes o simples tiendas, las exageraciones están camino de desaparecer a manos de la llamada inteligencia social.
En televisión, y en el resto de medios de comunicación en general, esto está a punto de desaparecer también y por los mismos motivos. Ayer en Palma de Mallorca estallaban cuatro artefactos explosivos y las redes sociales se llenaban de comentarios y fotografías de quienes estaban allí mismo, en los alrededores, en el aeropuerto de la isla o simplemente quienes tenían familiares y amigos en la zona. Aparentemente, la escasa potencia de las bombas, los pocos daños materiales sufridos y la fortuna de que no hubiera heridos consiguieron que la gente pudiera seguir disfrutando de sus vacaciones hasta el punto de que algunos comentarios en Twitter afirmaban que la gente seguía en la playa tomando el sol en algunas zonas donde media playa permanecía acordonada por seguridad. Incluso el aeropuerto mostraba una imagen mucho más tranquila que la semana pasada, cuando toda la actividad fue suspendida. Sin embargo, el informativo de este mediodía dice «reina el caos en Palma», un titular evidentemente más llamativo que simplemente informar de que no pasó nada.
¿Cuanto tiempo pasará hasta que este tipo de medios de comunicación sociales se popularicen los suficiente como para que todos tengamos información de lo que ocurre en el mundo en tiempo real y verdaderamente objetiva? No lo sé, pero no cabe duda que estamos avanzando hacia ello y que dentro de poco elementos de espectacularización de las decenas de informativos que se producen a diario en cualquier país resultarán absurdos, ridículos y sólo servirán para restar credibilidad a quienes los producen.
Una gran reflexión, ojalá tengas razón y sea así