Lo que empezó como un programa estilo mercado de carnes, nada que ver con el machismo o cuestiones criticables por el estilo, dado que lo mismo mercadeaban con hombres que con mujeres, se ha convertido ahora en la profesionalización de la clásica bronca de corrillo.
Hablo por supuesto del programa Mujeres y Hombres y viceversa que, tras pasar por las tardes de Telecinco con timidez y aportar a la historia de la televisión la estrella más fugaz de todos los tiempos, el «bello» Efrén, ha regresado en formato matinal para todos aquellos veraneantes que dormitan los excesos del día anterior frente a la tele o que sufren las incesantes lluvias que este año acompañan al verano en el norte de la península.
El otrora programa de citas que basaba su escaleta en imágenes de los encuentros de los tronistas con sus pretendientes y alguna que otra crítica desde la audiencia en plató, ha dejado estos vídeos reducidos apenas a unas brevísimas pinceladas y basa su ahora extendida duración en discusiones de los concursantes y ex-concursantes, llamadas telefónicas que pretenden poner al descubierto turbios encuentros románticos de quienes presuntamente han firmado un contrato de castidad, visitas de ex-parejas con ganas de montar el numerito o repescas de pretendientes reconvertidos en tronistas, que acaban conformando un microcosmos endogámico donde todos se pelean con todos.
Al menos una cosa debemos agradecerle al nuevo formato, que sus protagonistas quedan confinados en el, sin salpicar toda la programación de la cadena con historias que no interesan a nadie, que solo buscan el protagonismo de sus implicados y que convierten a la televisión en algo absolutamente plano y fácilmente criticable.