Hace unos meses en la BBC se produjo un hecho que ha levantado muchas ampollas en el sector audiovisual británico: Jonathan Ross, conductor y productor ejecutivo de un conocido programa de radio, dejó unos insultantes mensajes de voz en el contestador del actor Andrew Sachs y provocó un grave contencioso entre actor y cadena, también es conocida su burla a una anciana granadina con alzheimer, poco tiempo después de reincorporarse al programa tras ser suspendido de empleo y sueldo.
Para evitar que cosas como estas vuelvan a ocurrir, la BBC acaba de aprobar un nuevo reglamento por el que se prohibe que los presentadores sean productores ejecutivos de los programas en los que intervienen y responsables por tanto de la línea editorial del programa. Supongo que con esto se pretende mantener a raya al que finalmente es el responsable de dar la cara frente a los espectadores y quién en un programa en directo puede causar bastante daño si se pasa de la raya y no tiene alguien por encima que le pare los pies. Todo indica que con esta medida se espera que los productores ejecutivos estén atentos al interés general del programa y la cadena y no a las posibes rencillas personales entre presentadores o de estos con terceros, aunque la práctica puede ser complicada.
Sea un programa de producción propia o uno subcontratado a una empresa externa, el presentador siempre es el protagonista del programa que conduce y tiene un gran poder sobre lo que finalmente se lleva a la pantalla, especialmente si estamos frente a un programa en directo. El hecho de que esté apartado de las tareas de producción ejecutiva, no sólo significa que sus ingresos puedan verse reducidos o su presencia en el programa limitada a ser un busto parlante, sino que elimina una implicación personal que tradicionalmente ha dado buenos frutos.
En España tenemos numerosos ejemplos de presentadores que al mismo tiempo son productores de sus programas o incluso dueños de las empresas que los producen: desde Buenafuente a Ana Rosa Quintana, pasando por el pobre Oscar Martinez y su Vuelta al mundo en directo (que por cierto terminó el domingo de madrugada). Para todos estos personajes y su forma de trabajar, el control sobre el producto final que su labor de productores les proporciona les hace sentirse más seguros y más conscientes de la importancia de hacer un programa de éxito. ¿Cambiaría su forma de actuar si de pronto fueran relevados de su posición como productores ejecutivos? No debemos olvidar que la mayoría de ellos han sido presentadores rasos antes que exitosos empresarios de los medios y, llegados a un nivel, no importa cual sea tu categoría o nombre en los créditos, uno manda lo que manda. No imagino a Ana Rosa queriendo hacer una entrevista determinada y plegándose a la negativa de un productor ejecutivo que no lo ve claro y no quiero ni imaginar el problema que surgiría si ese encontronazo llega a la dirección de la cadena ¿quién tendría las de perder?
Parece que las intenciones de la BBC son buenas con su reglamento y solo buscan añadir algo de sensatez en programas que de vez en cuando se les escapan de las manos pero, no siempre los presentadores se dejan convertir en simples bustos parlantes.
Aunque sea un poco off-topic, ¿qué está pasando en la BBC? Primero uno de sus presentadores estrella, Jeremy Clarkson, llamó «tuerto escocés» a Gordon Brown; después, una nieta de Margaret Thatcher que trabajaba para el ente público fue despedida por proferir un insulto racista. Y ahora esto.
¿Se está cayendo el mito de la mejor televisión pública del mundo? ¿O son simples anécdotas que también pueden ocurrir en un organismo público?