Si uno es verdaderamente aficionado a la televisión será seguramente seguidor de muchos programas, y cuando digo muchos, me refiero a muchos más de los que uno puede abarcar teniendo una vida normal que incluya un trabajo, una familia y otros elementos de ocio distintos a la televisión.
Con la proliferación de canales de televisión, la oferta se multiplica exponencialmente y ahora las cosas no son tan sencillas como antes, cuando cada día de la semana uno tenía su serie o programa favorito que ver en el prime time, alguno que se solapaba uno o dos veces por semana, programa que iba directamente al vídeo para otro momento y alguno que otro más de los prescindibles sólo para casos de aburrimiento si te pillaba en casa. Ahora las cosas han cambiado y tanta oferta hace que sea imposible seguir las series en tiempo real, algo que no nos estresa lo más mínimo, gracias a los múltiples dispositivos de grabación que existen en el mercado y por tanto en el hogar y a las facilidades que cada vez más nos ofrecen las cadenas en sus páginas web.
Pero todo este cambio de hábitos supone un cambio fundamental y es que los lunes han dejado de ser el día de CSI, los martes el de Gran Hermano o los miércoles el de Hospital Central (cambios de parrilla de los programadores aparte). Ahora la gente ve las series cuando y donde puede o quiere, sin importarles qué día se emitieron, pues es tal la oferta donde elegir que hay que saber administrar el tiempo de ocio con inteligencia para poder llegar a todo, y se puede.
Este cambio supone que el tradicional estreno en primer ventana de las televisiones de pago adelantado al abierto no sirve de nada si se hace tan solo un par de días antes que en aquel, como empieza a ocurrir cada vez más a menudo, pues la gente ya no quiere estar pendiente del estreno en determinado día de la semana, necesita flexibilidad y es por ello que las voces que reclaman un período mayor entre los estrenos en televisión de pago y abierto de algunos de los éxitos más sonados de la televisión actual son cada vez más abundantes y no les falta razón. Para ello las primeras deben pagar un precio extra por los derechos de emisión de esos determinados productos, un precio que mantenga a su competencia alejada del producto un tiempo pactado y que realmente ponga en valor para los usuarios ese dinero que pagan por estar abonados a la televisión de pago.
Es evidente que una televisión de pago es mucho más que la oferta de series en primicia nacional, sobre todo a la vista de las cosas que se ven últimamente en las abiertas, pero a veces uno se plantea si no podrían redondear la jugada con una buena oferta de estrenos de verdad.