Me llamó la atención la pasada semana esta entrada de Vaya Tele en la que nos contaban cómo muchas de la cuestiones científicas o pseudocientíficas que aparecen en Fringe están de hecho basadas en investigaciones reales de inventos o reacciones humanas a experimentos que podrían llevarse a cabo o que se han llevado a cabo hasta cierta extensión.
Seguro que no soy yo la primera que, viendo la serie, se ha planteado en algún momento si esos extraños aparatos que tienen en Massive Dynamics estarán siendo experimentados en algún lugar, o si habrá ratas de laboratorio, de la raza «ratuna» o de la propia raza humana, siendo sometidas a extrañas pruebas de laboratorio en virtud de vaya uno a saber qué y es curioso comprobar cómo los asesores de los creadores tienen un buen montón de revistas cientificas sobre las que basar todos estos argumentos que nos muestran.
En cualquier caso, desde mi punto de vista como espectadora, toda esta base científica real no es necesaria para que la serie me guste o deje de gustar. Desde tiempo inmemorial las obras de entretenimiento, ya sean audiovisuales o de literatura, no han necesitado de una base de realidad para ser buenas o malas, basta con que aquello que cuentan esté bien contado. Si además resulta que lo que se nos muestra son casos extraños de ciencia extrema, el hecho de que estén basados en experiencias cercanas a la realidad añade un punto de inquietud a la experiencia de ver la serie, pero poco más. De hecho Fringe es, probablemente la serie que este año tiene más dividida a la audiencia entre seguidores fieles (ninguno fan absoluto, pero si muy entretenido) y detractores absolutos, alguno de los cuales ya han dejado de verla. Yo soy de la primeras.
A mi lo único que no me acaba de convencer de la serie es el poco carisma de la protagonista.
No se, en cada episodio es más tonta. El resto de la serie muy bien.