Sigue calentito el tema de la entrevista a Violeta Santander en La Noria y su posterior re-entrevista, esta vez telefónica, para aclarar algunas de las críticas vertidas sobre su persona (uy, que profesional me ha quedado este fin de frase).
Hasta ahora no había hablado del tema porque me parecía todo muy obvio: era evidente que el asunto causaba perplejidad y al mismo tiempo no sorprendía que los unos se prestaran a entrevistarla y la otra apareciera por allí a sacarse un dinerito (aunque me resisto a juzgar a alguien en un estado médico claramente por definir).
Pero hoy le he dado una vuelta más al asunto y creo que merece la pena salirse de la crítica puntual a Telecinco y mirar más allá. Decía Jordi Gonzalez que estaba muy orgulloso de la entrevista que habían hecho y de haber sido ellos los elegidos entre muchos otros que también habían hecho ofertas a la protagonista para pasar por caja y plató a contar su historia y no le falta razón (en la parte de no haber sido los únicos, no en la de estar orgulloso, se entiende). Así las cosas, quizá la crítica no deba ir dirigida a un programa en concreto, sino al conjunto de las televisiones que «se pegan» por conseguir a este tipo de protagonistas para sus programas o, aun más lejos, a una sociedad que se queda pegada al televisor viendo este tipo de noticias que generan un audiencia que hace que merezca la pena que luego las televisiones se peguen por conseguir que Violeta Santander se siente en un plató.
Es muy fácil criticar a Telecinco o en concreto al programa La Noria por la entrevista que hizo, pero ¿cuantas horas de televisión tanto o más morbosa han hecho los demás a su costa? Quizá la única cosa decente que una cadena puede hacer ante estos acontecimientos y si quiere presumir de ser la primera en contar con la protagonista, sea llevarla a un plató de informativos, sin invitados entre el público o incluso entrevistarla en su propia casa, en la calle, donde sea y ponernos después un vídeo con sus declaraciones. Sacarla a plató, en directo, con periodistas atacados de los nervios y un público azuzado por el morbo es sin duda un tremendo error pero no son culpables ellos solitos, la competencia y los que estamos al otro lado de la pantalla somos parte del circo mediático que acompaña a este tipo de programas y no podemos criticarlo como si nada tuviera que ver con nosotros.
De acuerdo en que casi todas las cadenas contribuyen a este desbarre permanente de casquería pura.
Pero si Jordi Gonzalez se siente «muy orgulloso» de esa entrevista es que tiene el nivel de orgullo por los suelos. Más que periodista (que no lo es) es un domador de circo y que haya otros muchos como él no le exculpa lo más mínimo.