Pues si, ha empezado una nueva edición del reality más famoso del mundo y las críticas no se han hecho esperar. Con el reto de superarse a sí mismo, de no caer en la bronca y griterío permanente y de mantener una audiencia rentable en un otoño en el que Antena 3 apuesta fuerte con su ficción, mientras TVE parece levantar cabeza por fin, el regreso de Gran Hermano es uno de los más complicados de todos los tiempos.
Para empezar, se ha querido arrancar de una forma novedosa, sacando gente de la casa en lugar de metiéndola, cambiando lo que tradicionalmente es un plomazo de gala de presentación de los nuevos concursantes, por una ida y venida de los 100 candidatos que habitaban la casa desde hacía un par de días, en un ‘totum revolutum’ que no ha dado los resultados esperados y que ha creado bastante confusión, aunque a priori parecía una buena idea, pues como espectadores ya conocíamos a los concursantes en acción y al mismo tiempo se completaba el proceso de casting observando las dinámicas de grupo entre los preseleccionados. No ha sido suficiente para arrancar con una audiencia millonaria, pero esto no debería suponer que la edición será un fracaso, como apuntan muchos. Recordemos que el año pasado también empezó muy flojo, que las críticas as Jorge Javier Vázquez se sucedían, culpándole de los malos resultados y que, al final, audiencia e ingresos fueron buenos y suficientes para anunciar una nueva edición.
Y es que hay mucho impaciente que parece no haber aprendido nada en 17 años de Gran Hermano, años en los que las audiencias han fluctuado, especialmente en función de lo que ocurre en la casa, de la capacidad de los responsables del casting de seleccionar a un buen grupo y, muy especialmente, de su habilidad para crear conflictos, tensiones y despertar sentimientos de todo tipo que alimenten la narrativa. Peca este año, eso sí, de un poco de arrogancia, o de exceso de control, subestimando la importancia de las redes sociales y cómo estas se alimentan del canal 24 horas, donde suceden muchas más cosas de las que caben en un resumen diario o un par de galas semanales y un debate, un espacio para la polémica molesto y con el que hay que tener mucho tino pero que ha sido, sin lugar a dudas, uno de los grandes activos del programa, el verdadero motor de la necesaria polémica fuera de las cámaras, la que alimenta la audiencia fiel y las votaciones para expulsar. Queriendo huir de las acusaciones de manipulación en los vídeos, de dar o quitar protagonismo a los concursantes en función de oscuros intereses o simplemente para controlar el mensaje, una de las novedades de este año es esa ausencia del 24 horas que puede ser un grave error, uno que afortunadamente están a tiempo de subsanar en cualquier momento. No sería raro que lo recuperaran.
Pese a no existir el canal permanentemente conectado, las acusaciones de tongo no se han hecho esperar y nada más salir de la casa, algunos de los aspirantes a concursar que no han logrado pasar el corte final ya han levantado las sospechas y han hablado de trampas, de concursantes preseleccionados y, un clásico entre los clásicos, que los habitantes de la casa son actores contratados para hacer un papel. ¿Hay algo más cansino?
La andadura de Gran Hermano ya ha dado comienzo, por el momento tan floja que la única noticia, aparte de su modesta audiencia, ha sido el fichaje de María Teresa Campos como colaboradora en las galas. No tengo claro que su presencia atraiga al perfil de la audiencia que busca el programa, pero ellos sabrán. Habrá que darle dos o tres semanas más para otear si en el horizonte se atisba un fracaso o todo queda en un simple arranque tímido.