El último episodio de Modern Family ha marcado un mínimo histórico en audiencias en EE.UU., un dato que no sorprende del todo después de ocho temporadas haciéndonos reír o más bien debería decir sonreír. Mantener el interés del público por cualquier producto televisivo durante tantos años es, sin duda, una tarea complicada, pero hay algunas series que lo tienen algo más difícil que las demás por sus características originales.
Si se trata de una serie con un arco argumental principal que se desarrolla durante toda la temporada, siempre habrá seguidores fieles que se mantengan de forma permanente, atraídos por un gran misterio, por unas respuestas que se van dando poco a poco, por preguntas nuevas que van surgiendo, en definitiva, por un conjunto que se va ramificando de mejor o peor manera, pero que es esencial para atraer a los espectadores. Este tipo de series solo pueden verse en su orden natural y son complicadas de seguir si nos incorporamos tarde o si nos saltamos episodios, lo que hace que su audiencia pueda verse reducida, aunque la que se conserva es tremendamente fiel.
Tenemos también los procedimentales, que si bien tienen sus propios arcos argumentales de temporada y sus referencias a años anteriores, al final enganchan por el día a día, por los casos individuales que se tratan, por la inmediatez de las respuestas. Son series que además pueden verse desordenadas, saltarse episodios o verlos repetidos una y otra vez si la memoria nos falla. Tienen una fiel audiencia, pero también muchos picaflores o espectadores ocasionales que no las buscarán, pero seguramente se queden a verla si la encuentran en un zapping e incluso admitirán varios episodios consecutivos si no tienen nada mejor que hacer.
En tierra de nadie están esas otras series como Modern Family que, ni tienen un arco argumental de temporada, ni tienen casos concretos que resolver en cada episodio. Limitadas a mostrar momentos puntuales de la vida de sus protagonistas, que pueden fácilmente corresponder a una nueva temporada o a viejos episodios, es fácil quedarse a ver uno o dos y fácil también quedarse año tras años con ellos, observando como crecen los niños, como las facetas de cada personaje siguen ahí, donde nos encandilaron en un primer momento y poco más, pues el resto del interés no va más allá de ver cómo resuelven los enredos en los que, con sus acusadas personalidades, van cayendo irremediablemente. Así, al cabo de un tiempo, y ocho años son muchos, es muy difícil tener ideas nuevas, sorprender y conseguir que ese cariño que le tenemos a sus protagonistas nos mueva a visitarlos semana a semana. El acento de Gloria lo damos por descontado, la estridencia de Cameron es ya cargante, la torpeza de Phil empieza resultar idiótica y los niños no han encontrado suficiente espacio para crecer narrativamente ahora que algunos de ellos ya son casi adultos y otros han pasado a tener frases y personalidad propia.
Así, todo apunta a que Modern Family podría tener sus días contados, bien cerrando con esta temporada, algo quizá precipitado a la altura del año en que estamos y para una serie de estas características y tradición, bien acordando una última temporada final para despedirse en 2018. Que los actores hayan pedido un aumento de sueldo de cara a esta posible renovación no ayuda, máxime cuando los resultados de la serie no son buenos, así que todo está bastante en el aire. Lo bueno de series como estas es que tampoco nos preocupa mucho, a nivel narrativo, si la cancelación ocurre de forma precipitada o con tiempo para dejar cerradas las tramas pues no hay preguntas sin resolver ni arcos argumentales por completar. Tan triste como cierto.