Esta mañana he tenido la oportunidad de ver el episodio 6 de Sé quién eres, junto a un grupo de críticos y teléfilos que más tarde hemos podido conversar con Pau Freixas. Una hora de conversación que se nos ha quedado muy corta, debido a la locuacidad del creador y, sobre todo, a la pasión con que describe los más mínimos detalles del proceso creativo de esta serie que, semana a semana, sigue enredando a dos millones y medio de espectadores.
Tras las revelaciones del episodio 5 que pudimos ver en antena ayer lunes, esta nueva entrega sigue avanzando en la búsqueda de respuestas a lo que ha podido suceder con Ana Saura y, por encima de todo, a ese hilo conductor que es la amnesia de Juan Elías o la mentira que supone. En el camino, más historias que se cruzan, más mentiras, más pasado saliendo a la luz, hasta el punto de convertirse por momentos en un auténtico culebrón, como destaca uno de los personajes en voz alta y como el propio Pau ha reconocido abiertamente. Me ha encantado esta parte de su discurso en la que, sin complejos de ningún tipo, reconoce que los enredos entre personajes, incluso cuando pueden resultar excesivos, son parte esencial de una historia, de su atractivo. Afirma además que en su caso no son gratuitos pues, a pesar de ser numerosos y por momentos enrevesados, siempre devuelven un sentido a la trama principal. No se busca tanto que sean creíbles como que sean honestos y coherentes con la historia que se está contando.
Efectivamente, Sé quién eres no va sumando tramas a las que ya conocemos desde un principio, pero va añadiendo complicación, creando varias capas que pueden hacer que el espectador se pierda, aunque se trabaja para que la intriga principal siempre esté despierta, para que los seguidores estén entretenidos durante todo el episodio, disfrutando y sin importarles si retienen o no toda la información, siempre y cuando sean capaces de seguir el hilo principal: ¿está o no amnésico el protagonista? ¿Ana está viva o muerta? Y si está muerta ¿quién la mató? Lo demás son florituras, muy cuidadas, pero florituras.
Escuchar a Freixas hablar del proceso creativo de la serie es una gozada porque detrás del creador existe un auténtico apasionado de su trabajo, alguien que lo transmite en cada cosa que te cuenta, en cada matiz que no percibes pero que para él es pura necesidad. Desde la manera en que se crean los decorados y se buscan las localizaciones, hasta la construcción de personajes con referentes muy conocidos de series americanas que solo sirven para ponerles cara antes de que desarrollen su propia personalidad. Pero detrás de todo ese corazón hay también mucha cabeza, mucho orden y una gran estrategia, tanto para mantener a los actores al margen de las verdades que ocultan sus personajes y, en cierto, modo jugar con ellos para sacar lo mejor de su interpretación, como para vender la serie sin que le descosieran las costuras que primorosamente había armado tras un año de trabajo. Así, cuenta como llegó a presentar el proyecto a Telecinco con los tres primeros guiones perfectamente armados, de tal manera que cualquier pieza que se quisiera tocar diera al traste con todas las demás como un efecto dominó que destrozaba el planteamiento inicial. Solo así, dice, ha logrado sacar adelante su idea tal como la concibió y sin necesidad de imponer su criterio como un ejercicio de fe, sino como un elemental ejemplo de sentido creativo.
No quisimos irnos de allí sin preguntarle a Pau una de las cosas menos importantes de la serie pero que más comentarios ha generado en los últimos días, en concreto, el porqué de la falta de verbalización del hecho de que la serie esté claramente localizada en Barcelona. Personalmente, creo que es un acierto, como ya dije en su momento cuando se estrenó y como también he comentado en otras ocasiones en las que los exteriores, no solo han dado aire a la producción, sino también cierto contexto. En este caso concreto, no son solo los exteriores los que nos ubican en la ciudad condal, también los coches de los mossos, las notas del Melia Barcelona Sky o los papeles que manejan policías y abogados con el membrete de la Generalitat. Sin embargo, es cierto que ha habido voces pidiendo más, sorprendidos por el hecho de que no se mencione el nombre de la ciudad de forma específica, que no se hable de sus calles o sus puntos geográficos concretos. A estos comentarios Pau responde con total naturalidad: de una parte, afirmando que le parece más que suficiente con lo que hay para que esté claro que la acción sucede en Barcelona, algo que evidentemente no se esconde, pero por otra, reconociendo que en algunos momentos en los que el guión le ha llevado a dejar por escrito algunos nombres, ha terminado por evitarlos en pos de la abstracción. No se busca que Barcelona sea un personaje, no se destacan sus particularidades por que no vienen al caso y porque no juegan un papel esencial en las tramas y, sobre todo, porque esta indefinición le permite ciertas licencias creativas que, de otro modo, estarían siendo puestas en cuestión y desviarían la atención de lo que es verdaderamente importante: los personajes, sus contradicciones, su moral, sus culpas.
Una hora de conversación que nos ha cundido mucho y que nos encantaría repetir cuando la serie haya terminado, pero para eso aún quedan muchos episodios que por cierto insisten, es necesario ver sin parones de programación. A ver si es verdad.