Estoy viendo Narcos, ahora, sí, cuando ya todo el mundo la ha visto y recomendarla no tiene sentido, pero es que no puedo pasarlo por alto, no puedo dejar de decir en voz alta lo que más me está gustando y lo que creo es el verdadero secreto del éxito de una serie así.
Antes que nada, mi justificación para no haberla visto antes, que no es otra que el mero desinterés por la trama. La referencia histórica me resultaba algo lejana pues, pese que yo ya tenía una edad cuando Pablo Escobar copaba los titulares de las noticias, era aún muy joven como para prestarle atención o darle importancia alguna, lo que no suponía un aliciente para ver la serie, pues no recordaba que su importancia en la historia de Colombia hubiera sido tan brutal. Sí, sabía que el país había tenido un problema grave con el narcotráfico y con la violencia indiscriminada en las calles, he tenido incluso una relación muy estrecha con alguien que sufrió un secuestro en su propia familia, pero precisamente por lo grave del asunto, nunca llegué a hablar con ella del tema y no ha sido hasta ahora que he entendido el porqué. Narcos era, para mí, una historia real sobre el mayor narcotraficante de la historia de Colombia, una historia policial violenta, bien contada, como suele ser habitual cuando es Netflix quién se encarga de la producción, pero sin nada que la hiciera especial.
Me pasa todo lo contrario con Fariña, el proyecto que Bambú prepara para Antena 3 y que, tocando de cerca el problema del narcotráfico en Galicia, en la misma época en que Escobar traficaba en Colombia y EE.UU. me resulta mucho más cercano y fácil de despertar mi interés. Será inevitable cuando por fin se estrene no comparar ambas producciones y si algo está claro es que la española nunca llegará a estar a la altura de la americana por una sencilla razón contra la que no se puede luchar: la locura y delirio de Pablo Escobar y sus seguidores, una que yo desconocía.
No fue hasta hace un par de semanas cuando, conversando con unos amigos que nada tienen de seriéfilos, que apenas ven alguna serie completa en todo el año y que rara vez lo hacen en pareja y con fruición, cuando descubrí que debía haber mucho más en esta historia de lo que a simple vista me habían contado, que la serie debía tener muchos de los elementos que hacen de algunas producciones un producto para todos los públicos en el sentido menos peyorativo de la expresión, y que por eso ellos no podían dejar de verla y habían aprovechado el mes de prueba de Netflix a tope gracias a Narcos. Tenía que probar.
Y así es como me puse con ella y descubrí que Narcos no es solo un repaso a la historia más reciente y dura de Colombia, algo que podría, efectivamente, resultarnos lejano y ajeno, sino que se trata de una sucesión de hechos tan inverosímiles que solo se aguantan como tramas con la certeza de que son ciertos, con la boca abierta de par en par a cada nuevo dato, a cada nueva locura perpretada por Escobar y sus socios que, de no ser reales, construirían una historia mala de solemnidad por la incapacidad de hacer creíble ninguno de sus pasajes. Narcos enterrando su dinero por toneladas en la selva, incapaces de gastarlo al ritmo que lo ingresaban, quemando billetes para entrar en calor, comprando a casi el 100% de políticos y policías de un país civilizado, volando aviones sin control alguno, construyendo su propia cárcel para pasar penas con la mayor comodidad… como digo, inverosímil de todo punto, de no ser porque era verdad.
Lo mejor aquí además es que nos enfrentamos a la serie cargados de spoilers, más algunos espectadores de cierta edad, que lo han vivido con el interés que yo no tuve de joven, conocedores de los detalles más gruesos, que son también los más espectaculares y sin embargo, no importa, pues el envoltorio de la realidad es además tan bueno, está tan bien contado, que logra engancharte desde el primer momento, haciendo que uno esté permanentemente en shock, incrédulo ante lo que se le cuenta, aunque ya lo supiera, como si verlo ahí expuesto fuera la constatación de unos hechos que en su momento no nos creímos del todo. Es más, en algunos momentos y alertada por ese aviso que se nos muestra al principio de cada capítulo sobre el hecho de que algunos pasajes están ficcionalizados para hacer el conjunto más atractivo, he tenido que ir a buscar si efectivamente eso que allí se estaba contando era cierto o fruto de esos adornos necesarios para hilar el argumento. Encontrar que efectivamente lo más dramático y espectacular de lo que se cuenta es lo más real de todo, me deja nuevamente sin palabras y me hace pensar lo difícil que es construir un guión sobre una sucesión de hechos de estas características sin que a la media hora de cada episodio hayamos cerrado todo a la expresión de ¡Venga ya!
Y ahora os dejo, que me voy al maxilofacial a que me repare la mandíbula, que se me ha quedado desencajada de tanto abrir la boca en shock viendo la serie.
No podría estar más de acuerdo contigo: si no fuera porque casi todo es cierto (de hecho, los herederos de Escobar cuando se quejan de que algo no es cierto suelen ser meras gilipolleces, nada que afecte realmente a la trama), la serie sería mala de puro inverosímil. Aún voy por el segundo capítulo de la segunda temporada, pues igual que tú no tenía muchas ganas de verla. Y al final, en un momento de vacío y aburrimiento, decidí empezarla. Y joder, me parece tan injusto e indignante el poder y la pasta que tenía esta gente, que se me pone mal cuerpo solo de saber que oxcurrió casi tal cual.