Risto Mejide ha vuelto al Chester y parece que lo ha hecho con muy buena aceptación por parte de la crítica y unos resultados satisfactorios en audiencias. En lo que en su momento parecía un regreso al formato que ya conocemos aderezado con parte del arco iris en el que Mejide vive desde que hace casi dos años inició una relación amorosa con su actual pareja, la realidad es que ha encontrado una buena excusa para seguir haciendo entrevistas a personajes famosos, pero con un nuevo e interesante hilo argumental.
Pese al nombre del programa, el nuevo Chester no solo hablará de amor, sino que se internará en los temas más universales de las relaciones humanas. Cuestiones como la religión, la muerte y por supuesto el sexo y el amor, serán la excusa para convocar a políticos, actores, cantantes, y sacar de ellos parte de esa intimidad que a menudo permanece oculta, escondida tras las promociones, las campañas electorales, las anécdotas recurrentes y todos esos motivos que hacen que el formato entrevista haya sufrido notablemente en los últimos años.
En esta primera entrega del nuevo Chester hemos visto a personajes tan dispares como Nacho Vidal, Cristina Cifuentes o Miguel Poveda, y todos ellos nos han contado cosas de su vida privada y de cómo viven el amor que, a priori, no deberían resultar interesantes, pues responden a cuestiones muy íntimas que como espectadores no nos afectan. Quiero decir, que nadie va a ver una película de Nacho Vidal o a comprar un disco de Poveda por la manera en que estos hablan del amor, como tampoco votaran o dejarán de votar a Cristina Cifuentes por ello y, sin embargo, nos resulta de algún modo intrigante entrar en ese espacio personal, como quién se asoma a casa del vecino y cotillea su relación de pareja o ese ligue de una noche con el que acaba de subir en el ascensor.
Es así como Risto Mejide consigue hacernos partícipes de esa aparente necesidad que él mismo muestra de estar todo el día hablando de amor, de pareja, de relaciones, pidiendo consejos, buscando no errar una vez más, que esta sea por fin la definitiva. Hace así de la necesidad virtud y nos transporta a su propia realidad, para algunos una bella historia de amor, para otros un empalagoso relato vital. Sea como sea, su traslado a la televisión configura un ameno programa de entrevistas que, en la noche de los domingos, resulta una propuesta a tener en cuenta.
A diferencia del formato original, esta nueva versión del Chester incorpora público y entrevistados secundarios, personas que de alguna manera complementan la entrevista principal, bien dando una miniconferencia sobre el tema que se aborda, bien aportando un relato de su propia vida que sirva de extensión de la entrevista principal. En estas intervenciones se nota un exceso de preparación, un discurso que parece leído y que no resulta tan natural como debiera. Si consiguen pulir esta parte, puede convertirse en un muy interesante aderezo de unas entrevistas cargadas de emoción e intimidad, siempre que el invitado se deje, claro.
A mí este nuevo Chester me ha conquistado ¿cuánto me durará el amor?