Solo la palabra gala resulta un concepto anticuado y cargado de brillo y lentejuelas que poco asociamos ya con la televisión moderna o siquiera con un espectáculo medianamente entretenido. Da lo mismo que se trate de una gala de entrega de premios, de un especial musical o de un aniversario y en el caso del sesenta cumpleaños de TVE no ha sido una excepción. Cuando escuchamos gala ya sabemos que nos enfrentamos a un espectáculo largo, con momentos brillantes y alguno más o menos vergonzante, con intentos de hacer reír o al menos despertar una sonrisa amable y con mucha cara conocida del gran publico pero, ¿ha conseguido TVE al menos cumplir con estas expectativas?
Repasamos:
- Espectáculo largo: definitivamente sí. Tres horas de actuaciones musicales hasta bien entrada la medianoche, en una gala estructurada por décadas que se fue haciendo menos relevante a medida que avanzaba en el tiempo a repasar, demostrando como la televisión pública ha ido perdiendo importancia, no solo por la aparición de competidores, también por la propia evolución de la sociedad y el poco riesgo que se asume. Llamaba la atención ver como la inclusión de mujeres desnudas en un prime time de la cadena pública fue en su momento un símbolo del riesgo que se asumía desde el canal, un signo de progreso de la sociedad a la altura casi de la programación infantil que encarnaba La bola de cristal.
- Momentos brillantes: alguno hubo, como la siempre imponente Mónica Naranjo cantando con la Orquesta de TVE o comprobar el buen estado de forma en el que se encuentra Rafaella Carra. No era mi candidate favorita a presentar la gala cuando se anunció su nombre, pero es más que posible que, de todos los presentes, haya sido la que más éxitos haya proporcionado a la cadena y la que más orgullosa esté de su paso por la misma y sin duda un referente para una generación muy amplia. La encontré sin embargo un poco sola y se hubiera beneficiado de la compañía de alguna figura masculina tan reconocida como ella, por ejemplo, el rápidamente olvidado Ramón García. La gala fue bastante plana en este sentido y pocos artistas brillaron realmente.
- Momentos vergonzantes: al margen de alguna recopilación de famosas pifias en antena que, en este caso, pasaba de momento vergonzante a momento mítico de la televisión, la gala fue bastante uniforme en su desarrollo, sin aportar gran cosa en lo positivo, pero tampoco en lo negativo. Hasta en eso ha dejado de ser relevante esta televisión pública. Los gags tenían poca gracia, el repaso a las noticias del momento tampoco calaba y en general, todos los artistas que pasaban por el escenario dejaban poco poso.
- Caras conocidas: enlazando con el punto anterior, este fue uno de los más descuidados de una casa por la que ha pasado absolutamente todo el mundo. Mucha cara conocida de la TVE actual, algunos de ellos solo relevantes si eres seguidor de serial de sobremesa y muy poca gente de caché real. Para ello, la gala debería haber sido en directo y más corta, lo que hubiera permitido invitar a muchas figuras relevantes de todos los ámbitos del entretenimiento, que hubieran lucido mucho más entre el público y con alguna pequeña intervención en escena o desde las butacas.
- Brillo y lentejuelas: aquí es quizá donde más lució la gala, con un escenario muy llamativo, en distintos niveles, con un espacio acuático que daba un toque diferente a algunas actuaciones y con distintos niveles sobre los que se iban desplegando los artistas. Por momentos, el escenario era tan grande, que los cantantes y bailarines que pasaban por el se hacían pequeños y no terminaban de llenar el espacio con su presencia o su voz. Pese a todo y a la dificultad de hacerlo moderno y apartado del clásico concepto de escenario de lucecitas de gala de televisión pública, quizá fue lo que más a la altura estuvo.
Poco más se puede decir de un programa que, tan cerca de las navidades, casi parecía una gala de relleno más de las que acostumbramos a ver en estas fechas. Nos vemos en 10 años.