Como muchos de vosotros sabréis, tras su exitoso paso por televisión con el programa ¿Quién sabe dónde?, el periodista Paco Lobatón se involucró por completo con el tema de los desaparecidos y, aunque el programa ya no se emite, sigue de cerca todos los temas relacionados con este grave problema y recientemente ha creado la Fundación QSD Global.
Como parte de las actividades que pone en marcha esta organización, el pasado viernes y sábado se reunieron en Madrid un buen puñado de víctimas y periodistas de sucesos para abordar el tratamiento de la información que los medios, y en especial las televisiones, hacen de los casos, un tratamiento que a nadie escapa, suele ser muy deficiente.
Lo primero que resulta alarmante cuando se acerca uno a este grupo de personas, los familiares de desaparecidos, es la cantidad de víctimas que hay cada año. No recuerdo exactamente la cifra, pero si el hecho, puesto de manifiesto con amargura, de que se trata de un número superior al de las mujeres asesinadas por violencia de género y al de las víctimas del terrorismo. Un dato escalofriante que entre otras cosas nos hace preguntarnos cómo es posible que, siendo tan grave, está tan desatendido, especialmente en comparación con estos otros casos que ocupan los principales minutos de los informativos, que despiertan un rechazo que saca a la gente a las calles, que plantean la necesidad de establecer protocolos en muchos ámbitos y que sugieren una concienciación de la sociedad que, sin embargo, los desaparecidos parecen no tener.
Es como si el hecho cierto de que algunas de las personas que se desvanecen de un día para otro lo hacen por voluntad propia fuera suficiente para minimizar la importancia que tienen el resto de casos, cuando la mayoría de ellos son niños de corta edad que son claramente arrebatados de sus padres por causas violentas, adultos que han sufrido un accidente y no son localizados o incluso ancianos que, por causas médicas, pierden la noción de quienes son y dónde están para sufrimiento de todos sus familiares. Son casos en muchas ocasiones que se beneficiarían de una atención mediática muy concreta y rápida y que, sin embargo, no reciben interés alguno por parte de los medios.
Casos como el de Diana Quer son la otra cara de la moneda, seguidos día a día, dato a datos, durante meses, construyen una historia alrededor de los detalles más propia de una novela negra que de una información de interés y terminan, en muchos casos, destruyendo a terceros, haciendo públicas unas intimidades de familiares y amigos que nunca deberían haber visto la luz porque, ni son relevantes para el caso, ni sirven para nada más que para generar morbo alrededor de una historia dramática.
Sin embargo, pese a todos los inconvenientes que pueda tener que la prensa rebusque en la historia más personal de los familiares de los desaparecidos, el hecho de mantener su historia viva supone en muchas ocasiones el único rayo de esperanza que estos tienen de que la noticia siga en primer plano, de que las fuerzas de seguridad no la abandonen, de que la masa social reclame una solución.
Pasar por un caso así es, desde mi punto de vista, una de las tragedias más desgarradoras que puede sufrir un ser humano, pues al dolor de la pérdida se une la incertidumbre de no saber si la víctima está viva o sufriendo en alguna parte del mundo a manos de quién sabe qué desalmados. En muchas ocasiones además, es solo un problema de falta de medios que impiden el reconocimiento de algunos cadáveres que aparecen en lugares alejados del de la desaparición y que no hacen intuir que sea alguna de las personas desaparecidas en la zona, cuestiones que alimentan durante años el dolor de no saber de unas familias que podrían empezar su duelo a los pocos días de faltar sus hijos, sus padres, sus parejas.
Son muchísimas las cuestiones que han aflorado en estos dos días de reflexión y muchísimas las historias que desde los cuerpos de seguridad del estado, las familias y los medios se reconoce que están por mejorar y desde la Fundación QSD se quiere dar un primer paso en este sentido redactando unas conclusiones que sirvan de primer paso hacia un mejor tratamiento de esta información, uno que sirva no solo para dar la noticia y conseguir audiencia con ella, también para mejorar los procesos y resolver los casos con mayor celeridad.
Desde mi punto de vista, y tal como expuse en la mesa redonda a la que fui invitada a participar, la responsabilidad es de todos, no solo de los medios y la manera en que afrontan las informaciones, también de los espectadores y sus formas de consumo, su rechazo a determinadas prácticas, no solo apagando el televisor como muchos declaran enfadados (una reacción que de nada sirve si uno no tiene un audímetro), también movilizándose en contra. Por supuesto, también de los anunciantes, que son quienes en última instancia y con su dinero, sustentan los programas y lo que en ellos se hace, unos anunciantes que deberían haber aprendido ya, desde el caso La Noria, que no pueden desentenderse de lo que se hace con el dinero que aportan a las nutridas arcas de televisiones y otros medios de comunicación.
De estos dos días de reunión, nacen 10 recomendaciones para los medios de comunicación en su tratamiento de estas informaciones. Esos puntos están aún en proceso de revisión y mejora, pero son una base para que en un futuro cercano estemos más sensibilizados con un problema que nos puede suceder a todos en cualquier momento.
BASES PARA LAS RECOMENDACIONES SOBRE EL TRATAMIENTO INFORMATIVO DE LAS DESAPARICIONES, como premisa para la adopción de una GUIA DE BUENAS PRÁCTICAS
(PRIMER BORRADOR ABIERTO A CONTRIBUCIONES DE LOS PARTICIPANTES)
El Foro QSD, reunido los días 25 y 26 de noviembre de 2016 en la Casa de Galicia de Madrid, ha escuchado el testimonio de familias de personas desaparecidas, de periodistas de prensa, radio, televisión y medios digitales, y ha debatido intensamente sobre el reflejo mediático de las desapariciones.
Dentro de la diversidad de puntos de vista, ha habido coincidencia en el reconocimiento de que la desaparición de Diana Quer ha concentrado sobre sí un grado de atención extraordinario y, a la vez, ha hecho emerger otros casos de personas desaparecidas en tiempo reciente como los de Manuela Chavero, Iván Durán o Paco Molina. Estas y otras familias han expresado su desazón por el desigual eco de sus historias y la dificultad para hacerlos visibles, como parte de las catorce a veinte mil denuncias que se presentan cada año en España.
Por parte de los expertos jurídicos y policiales se han consignado que la empatía con las familias de desaparecidos coexiste con importantes carencias en recursos y formación especializada de los cuerpos y fuerzas de seguridad y con la ausencia de una implicación activa por parte de la Fiscalía.
Respecto del modo en que los medios elaboran y muestran las desapariciones se ha puesto en evidencia la diferencia entre las dinámicas que adquieren en los medios privados y en los públicos, por más que unos y otros parecen en la actualidad actuar determinados por lo que se ha mencionado como “guerra de las audiencias”, especialmente en el ámbito de la televisión.
Por todo ello, y como aproximación a una Guía de Buenas Prácticas en el Tratamiento informativo de las personas desaparecidas, el Foro acuerda hacer públicas las siguientes recomendaciones:
- La necesidad de hacer visible ante la sociedad la problemática de las personas desaparecidas y de sus familias, de modo similar a como se ha hecho respecto de problemas de gran relevancia como la violencia de género.
- La necesidad de que exista un Estatuto de la Persona Desaparecida como garante jurídico de sus derechos y de su dignidad.
- Que los medios de comunicación, tanto públicos como privados, asuman como parte de su responsabilidad social tanto la tarea de dar a conocer los casos de desapariciones de personas, como la de proteger a sus protagonistas por la especial vulnerabilidad que conlleva su situación de desaparecido, especialmente cuando no existe una causa conocida
- Que los periodistas y comunicadores, a título individual, busquen un equilibrio entre los contenidos informativos y los aspectos emocionales que rodean las desapariciones, evitando añadir dolor al dolor o incrementar la incertidumbre que victimiza a las familias de las personas desaparecidas.
- Que se extreme el cuidado en el manejo de los datos y de las imágenes cuando se trata de menores, así como de personas adultas vulnerables por su edad o por sus problemas de salud física o mental, y que se aborden en consonancia con su especial complejidad las desapariciones de ciudadanos españoles en el extranjero y los casos de secuestro parental.
- Que se tenga en cuenta la importancia creciente de las redes sociales y su buen uso, como fuente de información para los periodistas y, para las familias, como eficaz herramienta para acceder a la opinión pública
- Que se reabra el debate social sobre el papel de organismos reguladores como los Consejos Audiovisuales, en tanto que posibles garantes de los derechos de los desaparecidos y de sus familiares, así como de los destinatarios y usuarios de la información, cualesquiera que sea el medio o el formato por la que se canalice
- Que las familias de personas desaparecidas cuenten con el apoyo de periodistas y comunicadores para hacer prevalecer su derecho a la intimidad familiar y a ser atendidas por la Administración en sus necesidades jurídicas, psicológicas y económicas
- Que haya una buena comunicación entre los cuerpos de policía y los informadores basada en la confianza, el respeto y la dignidad en relación a las personas desaparecidas, y que se defina un protocolo de información pública de forma que el tratamiento de los casos no resulte discriminatorio para ninguno de ellos.
- Que al igual que se demanda que los cuerpos policiales tengan suficientes recursos y una formación cualificada, se promueva por parte de los medios de comunicación la especialización de informadores en el tratamiento de las personas desaparecidas.