En el marco de los encuentros del Foro Crea Cultura que organiza la Fundación Atresmedia, ayer se hablaba de los bloqueadores de publicidad. No pude acudir al evento, pero sí asistí con interés a los titulares que recogían algunos de los presentes, una mezcla de mensajes algo desesperanzadores, con algunos destellos de lucidez que espero sean los cimientos sobre los que se construya el futuro.
¿Os acordáis cuando las discográficas se echaban las manos a la cabeza y nos decían que la música iba a desaparecer por culpa de todos los piratas que se descargaban las canciones de internet sin pagar por ellas? Un mantra que se repetía en todos los foros de la industria, uno en el que insistían los principales directivos de la compañías y casi todos los cantantes como si fuera el estribillo de la canción del verano, asustados por aquello que no conocían, incapaces de ver las muchas ventajas de un nuevo modelo de consumo que hoy en día está ya completamente integrado en el sector y que no ha terminado con la música, ni muchísimo menos.
La industria musical fue la primera en verse afectada por este cambio drástico, también la primera en adaptarse a un cambio que detrás de ella han sufrido y están sufriendo el resto de modelos de negocio basados en ofrecer entretenimiento o información. Algunos han aprovechado lo aprendido para afrontar los cambios con inteligencia, otros se enrocan en su modelo de negocio anticuado para insistir en los mismos mantras de aquellos y hacer premoniciones sobre la desaparición de los medios de comunicación y las series o películas, solo porque el usuario es un desalmado que no entiende nada de lo que está pasando a su alrededor, ni de las necesidades de financiación de las empresas que le informan y entretienen.
Otros afirman que el peligro es inminente porque el usuario «ni quiere anuncios, ni quiere pagar» en una afirmación contundente basada no sabemos muy bien en qué, más allá de las cifras crecientes de uso de bloqueadores de publicidad, que se entienden como una agresión al modelo de negocio y cuyas causas no se estudian, pues es mucho más sencillo volver a caer en el «es que lo quieren todo gratis» y no hacer nada por mejorar la experiencia de un usuario que es tu cliente y al que no puedes maltratar, menos aún cuando sus opciones son inmensas.
Yo no soy usuaria de bloqueadores de publicidad, aunque son tantas las ocasiones en las que me quejo en voz alta de las barbaridades que me pasan, que en mi casa no comprenden que aún siga sufriendo algunas prácticas con lo sencillo que es instalarse el bloqueador. Sin embargo, prefiero estar al tanto de lo que pasa, de cómo se evoluciona en este sentido, de lo que hacen quienes lo hacen con respeto y de dónde no entrar más porque es imposible la navegación. Y a veces la tarea es muy complicada: desde páginas con intersticiales imposibles, a vídeos con sonido preactivado, algunos que lo lanzan nada más entrar en la página, otros aún peor, que lo hacen a traición cuando llevas un rato o cada vez que por casualidad pasas el ratón por encima del vídeo. Encuestas a toda pantalla que debes responder para entrar en la información, botones para salir de la publicidad que son tan sumamente pequeños que terminas pinchando en la página del anunciante en lugar de cerrarlos y, por supuesto, anuncios en pre-roll de duración más larga que el contenido al que quieres acceder o cortes de publicidad largos e idénticos que trocean los programas entrando sin ton ni son y machacando al espectador.
Son solo algunos ejemplos de lo que un usuario frecuente de internet vive cada día cuando intenta consumir contenidos que le interesan, contenidos que aprecia y que mayoritariamente sabe que tienen un precio, contenidos por los que estamos dispuestos a pagar con nuestra atención a la publicidad que los sostiene, ojo, los sostiene siempre y cuando estemos ahí para verla, y que no puede convertirse en un impedimento para acceder al contenido que hay detrás, que es la prioridad del consumidor. Se empeñan las empresas que crean estos contenidos en mirar al problema desde el lado equivocado: el del consumidor al que, lejos de considerar su principal cliente y aliado, ven como el enemigo a batir, como el preso al que sujetar maniatado y con palillos en los ojos para que vea esa publicidad que los mantiene.
Lo primero que deberían hacer estas empresas es poner en valor su contenido, pues son ellos los primeros en despreciarlo cuando permiten que los anunciantes se pongan por delante, cuando dejan que estos se conviertan en protagonistas y pasan sus creaciones a un segundo plano, escondidas detrás de una cortina de anuncios, como un secundario con frase. Se equivocan también quienes, haciendo bien el trabajo, respetando el producto y al espectador, no afean la conducta de otros como ellos que maltratan a los usuarios y que dejan en mal lugar a todo el sector, que provocan el rechazo generalizado y hacen que paguen justos por pecadores. Ellos son los principales culpables y mientras no se les señale con el dedo, mientras no se haga causa común contra esas prácticas, los bloqueadores de anuncios seguirán instalados en los ordenadores, con la complicación añadida de que, una vez instalados, recuperar a ese usuario es un trabajo casi imposible.
Por último, en la argumentación que acompaña a esta llamada de socorro de la industria de los contenidos aparece la idea de que no queremos pagar por nada y claro, si no queremos anuncios ni queremos pagar, es insostenible el mercado. Efectivamente, tienen razón en la aritmética pero ¿cómo encajamos esta afirmación con el estudio que afirma que los usuarios de Netflix prefieren pagar más por su suscripción a ver anuncios?
Personalmente tengo instalado un bloqueador de anuncios y lo veo imprescindible hoy en día, las webs han rebasado la linea entre ofrecer publicidad para susbsitir y molestar al usuario. Por poner algunos ejemplos de situaciones inaceptables:
– Quieres acceder a un contenido en directo, por ejemplo a ver la repetición de un gol o una jugada deportiva, pero al intentar conectar la publicidad previa te hace perder 2 o 3 minutos de dicho contenido que quieres ver ya y no puedes esperar.
– Es muy típico que cuando sigues un contenido en directo de una cadena en abierto, pero a través de su web, cuando en la emisión tradicional cortan para una pausa publicitaria aparece un mensaje indicando que dicha programación está en una pausa publicitaria, y lo dejan ahí en vez de aprovechar esos valiosos minutos para introducir publicidad también en la emisión online.
Este tipo de situaciones me hace pensar que la gente que maneja estos medios vive en el pleistoceno o algo por el estilo.
Soy suscriptor de Netflix y con gusto pago cada mes, de hecho prefiero tener que esperar para poder ver ciertos contenidos de TVE y A3 en este V.O.D antes que verlos en las webs oficiales de dichas cadenas, por algo será.