… de aburrimiento.
Y no, no me refiero a que la serie sea aburrida, nada más lejos de mi intención, sino a lo que siente su principal protagonista, Kirsten Bell, al llegar a este paraíso de las bellas personas, donde recalan los fallecidos que durante su vida han sido ejemplo de bondad y generosidad. Un lugar al que ella definitivamente no pertenece, pues su vida ha sido una sucesión de malas acciones que, solo por error, la han conducido a este bonito lugar. Bonito, pero aburrido hasta la muerte.
Esta es la premisa de partida con la que Ted Danson recibe a los fallecidos, en su papel de San Pedro en prácticas, ansioso por comprobar cómo funciona la primera ciudad que se le encomienda, una ciudad en la que todo debería ser armonía y buen humor pero que, por alguna extraña razón, empieza a mostrar errores, a sufrir extraños temporales y a remover el estado de paz mental de algunos de sus habitantes. Ellos no lo saben, pero nosotros como espectadores lo tenemos claro: Eleanor no debería estar ahí y el error que la conduce al paraíso puede acabar con todo.
No somos los únicos que conocemos el secreto de Bell: su alma gemela, elegida por el «sistema», ha sido el primero en conocer la noticia y, atrapado como está en su lealtad, intentará ayudar a la protagonista a deshacer sus malas acciones y convertirse de verdad en una buena persona, aunque no pueda evitar horrorizarse con las pequeñas y humanas maldades de su media naranja, minucias en el mundo terrenal que en este más allá parecen pecados capitales.
The Good Place es una comedia bastante tontorrona y sencilla, pero cuenta con dos elementos que la hacen muy atractiva: sus principales protagonistas, un Ted Danson que es siempre un activo poderoso y una Kirsten Bell que resulta empática y divertida en todo lo que hace, a la que da gusto ver (no se nota que soy fan ¿no?).
No es la primera vez que una comedia parte de la base de un muerto que no debería haber muerto, de un fallecimiento que por algún motivo ha de ser reparado, de una mezcla de más allá y más acá que no termina de encajar y, en este caso, no nos encontramos ante una aproximación especialmente original o novedosa. The Good Place no es la comedia del año, ni nos hará pensar lo divertida que es la muerte o lo simpático que puede llegar a resultar que el cielo sea lo más parecido a un pedo de champiñones mágicos. Sin embargo, la familiaridad de sus protagonistas y la trayectoria profesional que los ha traído hasta aquí hacen de la serie una forma simpática de invertir 20 minutos de tu semana, una opción que, con otro casting, posiblemente no nos haría pasar de los dos primeros episodios.