Los lunes, después de la segunda temporada de Olmos y Robles, TVE emite Destinos de película, una producción sobre viajes que, de la mano de Maxim Huerta, nos mostrará algunas de las localizaciones más reconocidas por los cinéfilos en ciudades como Nueva York, Roma o Berlín. Producido también por Globomedia, el programa apunta similitudes con aquel otro formato de viajes que en su momento emitió La Sexta, Planeta finito, un recorrido por grandes ciudades a través de los ojos de personajes populares y, si bien es cierto que sigue teniendo un cierto parecido, a Destinos de película le falta algo de la vida, la naturalidad y la frescura que caracterizaban a aquel.
Maxim Huerta es un excelente comunicador, no en vano soy de las que hubiera recibido con muy buenos ojos su labor de conductor de La mañana en sustitución de Mariló, rumor que corrió por los pasillos de la cadena en algún momento del verano, y se le ve cómodo y suelto en su tarea de cicerone, algo que queda más que patente en las tomas falsas que acompañan los créditos finales. La selección de enclaves turísticos y su aparición en películas es muy adecuada e incluso la colaboración de algunos españoles residentes en la ciudad, al estilo Callejeros Viajeros o Españoles por el mundo también resulta integrada, aunque el hecho de que nos recuerde tanto a estos otros programas tan reconocibles y tantas veces emitidos hace que el programa pierda originalidad y redunda en la mencionada falta de frescura.
Pero lo más encorsetado de toda la edición final es esa voz en off a la que remite el presentador constantemente, una voz que ofrece datos de la ciudad y sus iconos, dotando al programa de un carácter serio y divulgativo que, si bien tiene sentido en una televisión pública y con el carácter cultural que se le ha dado al programa, peca de un exceso de solemnidad, que es el principal elemento que de alguna manera te saca del formato. Cada vez que Maxim logra embaucarte en la magia de Nueva York sobreviene el empujón cuando lanza pregunta a la voz en off, recordándonos que no estamos en Mahattan, sino en nuestro aburrido salón.
Si el presentador hace bien su trabajo y la ciudad queda bien retratada, es fácil que el espectador se quede a ver todo el programa, pero es una pena que no se haya encontrado un elemento nuevo, algo que diferencie esta propuesta de otras tantas ya vistas, algo que, más allá de mostrar puntos de interés para el aficionado al cine, lo que pretende ser ese elemento conductor diferencial, haga de Destinos de película un imprescindible para el amante de los viajes y las películas. Eso o que ya tenemos Nueva York demasiado visto y todos los programas parecen el mismo.
Maxim Huertas, escritor y periodistas de los mejores en mi opinión, Me alegra mucho verlo de vuelta en televisión.