Una vez terminados los Juegos Olímpicos y sin la presión que puede provocar el querer ver un determinado deporte, sin la frustración de no haber podido ver a un español ganando una medalla inesperadamente, es hora de hacer un repaso a lo que ha supuesto televisivamente esta cita que, cada cuatro años, pone a prueba a los titulares de los derechos en cada país y su capacidad para ofrecer al público lo que este demanda.
No cabe duda que la tarea es titánica, por recurrir a un adjetivo tan manido como elocuente, pues la cantidad de deportes que se desarrollan al mismo tiempo es casi inabarcable, a lo que debemos sumar la dificultad de seguir a los deportistas españoles más relevantes, no perder de vista a los que en un momento dado despuntan y aspiran a hacer historia y por supuesto atender a los que, siendo de otras nacionalidades, son más mediáticos.
España es, posiblemente, uno de esos países que se encuentran en la peor posición en términos de componer la parrilla diaria: no son una gran potencia como EE.UU. que puede fácilmente limitarse a seguir a los suyos, ni tampoco un país con una escueta delegación que permita centrarse en lo más lucido en términos de competición y atender a los nacionales en un par o tres de ocasiones. Con España esto no es una opción, pues tenemos representantes en más especialidades de las que podemos abarcar en una parrilla normal o incluso en dos, mucho menos si queremos ver a Phelps, a Simone Biles o a Bolt, que compiten seguramente al mismo tiempo que alguno de los nuestros, con o sin opciones, pero a los que no debemos dejar de seguir y correr el riesgo de que den la campanada y terminen consiguiendo una posición en el podio sin la presencia de las cámaras.
El quebradero de cabeza de cada día a la hora de organizar las retransmisiones en función de la evolución de la competición es muy complicado y esto es algo que desde el punto de vista del espectador no es fácil de comprender. Como audiencia, somos implacables y queremos todo, y lo queremos cuando lo queremos, sin aceptar retrasos, falsos directos o excusas. Estamos en nuestro derecho de hacerlo, pero también deberíamos ser conscientes de las dificultades que esto entraña y no hay otra manera de hacerlo que con mucha explicación, mucha pedagogía y sobre todo, mucho orden y organización.
Los JJOO 2016 han ofrecido al espectador la posibilidad de ver absolutamente todos los deportes que se estaban jugando en cada momento, todos sin excepción, solo había que saber dónde encontrarlos y dónde los íbamos a poder ver sin interrupciones. De nada sirve estar emitiendo en televisión la final de gimnasia rítmica por equipos en la que España se jugaba el oro, si en medio de la competición conectas con otro deporte y no informas al espectador de que es una cuestión de minutos, aprovechando una interrupción en la votación de la rítmica, a la que volverás en cuanto se reanude. Lo que el espectador percibe es que has cambiado de deporte: el más avezado, irá corriendo a la web a conectar la señal online, pero muchos otros no sabrán que tienen esta posibilidad y quizá cambien de canal, se enchufen al baloncesto y no vuelvan a mirar si la plata conseguida por el equipo de rítmica llegó a emitirse en directo o no. Entretenido con el baloncesto, pero posiblemente frustrado porque no era eso lo que había elegido ver en un primer momento.
Es solo un ejemplo de lo que a mí personalmente me ocurrió el último día de los juegos, obligándome a bajar la aplicación correspondiente a toda velocidad, en medio del stress y maldiciendo a todos los implicados. Supongo que no fui la única y que antes de ese momento fueron muchos los que se encontraron en mi misma posición, por algo tan sencillo como la falta de información.
TVE se debería haber empleado a fondo en comunicar en todas sus retransmisiones, la opción de ver ese y el resto de los deportes en su página web, haber explicado paso a paso lo sencillo que era seguirlo todo online, hacerlo en cada una de las conexiones con los presentadores en el estudio y perder por completo el miedo a hacer bajas audiencias en favor de la web. El inevitable desbarajuste que se produce en una situación como esta, la necesidad de ir de una sede a otra siguiendo a los deportistas con opciones y a los deportes más seguidos se vuelve llevadero tan solo con una buena información, una buena dosis de organización y una permanente atención al detalle. Solo así el espectador quedará plenamente satisfecho y se evitará que las ventajas de poder acceder a todo, de poder verlo todo cuando sucede, como nunca antes, queden emborronadas por la sensación de descontrol y falta de profesionalidad.
A mí me ha parecido que esta vez, la retransmisión vía web ha sido peor que en Londres (en TV no puedo opinar porque no tengo). Por dos motivos:
1.- Hace 4 años, podías poner en una misma ventana, 4 retransmisiones deportivas a la vez, era muy cómodo, y esta vez, esa funcionalidad no estaba, había que redimensionar las ventanas y tal. Vale que esto es una tontería, pero no sé, quitar funcionalidad a algo que iba muy bien, pues no lo entiendo.
2.- Lo verdaderamente importante. Cuando seleccionabas una retransmisión que coincidía con algunos de sus canales en TV (la 1, la 2 o tdp), el sonido era perfecto: el sonido ambiente atenuado y los comentarias con el sonido principal. Sin embargo, si estabas con una retransmisión que era solo web, y era retransmisión con locución, el sonido ambiente estaba por encima del sonido de los comentaristas, por lo que se hacía muy difícil escuchar algo, resultaba muy molesto. Al principio pensé que era algún fallo puntual en una retransmisión, pero según pasaban los días, siempre igual.
Y ya la prueba de fuego, si justo esa retransmisión con locución también la estaban dando en uno de los canales web, abrías la misma retransmisión en ambos (una en la del canal y otra, en la retransmisión normal con locución) y en la retransmisión del canal, el sonido de los presentadores estaba bien, por encima del ambiente, cambiabas de ventana y en la otra, pues nada, que no se les oía apenas.
Y sí, lo que comentas de que cortaban y cambiaban a su antojo, muy mal.