Tremendo final el de la primera temporada de The Family, no solo por la historia, sino por la manera en que la deja abierta y dando cancha a una segunda temporada, sino por el lamentable hecho de que esta nunca tendrá lugar y no se ha dado la opción a los guionistas de hacer un final cerrado. Así, las historias quedan tan abiertas que se abren nuevas incógnitas, tan apasionantes como la original que nos ha traído hasta aquí. Una lástima.
The Family es la historia de una aspirante a gobernadora en plena campaña que ve como un día cualquiera su vida se trastoca por completo al reaparecer en sus vidas el hijo pequeño de la familia, secuestrado hace ya una década. Con el regreso, todo apunta a un nuevo comienzo, uno con muy buena pinta en lo político, que siempre se ve beneficiado por estas historias personales, pero que deberá enfrentarse a la poco idílica realidad tras las puertas de su hogar: un hijo mayor alcohólico, una hija amargada y manipuladora que es además la responsable de la campaña de su madre y un marido que no pinta nada y que estaría mucho más feliz divorciado, algo que por «exigencias de campaña» no puede hacer.
Ante este panorama, todo apunta a que la llegada del hijo perdido podría ser una buena oportunidad para un nuevo comienzo, pero todo se desmoronada cuando algunos miembros de la familia, y no solo ellos, comienzan a sospechar que el regresado podría no ser en realidad el hijo pródigo. Si a esto sumamos un vecino que ha pasado todos estos años en la cárcel acusado de la desaparición del crío, una periodista curiosa y una policía traumatizada por no haber sabido resolver el crimen en su momento, el lío está servido.
The Family tiene el episodio piloto más emocionalmente vertiginoso de los últimos tiempos y en los doce episodios que dura esta única temporada, la tensión no se relaja, mientras los protagonistas no dejan de tomar decisiones inesperadas, fruto casi todas ellas de una recalcitrante inmadurez, una incapacidad para enfrentarse a la realidad o simplemente una mente retorcida. La máxima responsable de la serie es una alumna aventajada de Shonda Rhimes y eso se nota, aunque no haya logrado el aprobado de los ratings.
Como digo al principio, una pena que no vaya a tener segunda temporada, porque las incógnitas que se dejan abiertas son muchas y muy apetecibles de seguir, unas tramas que no hubiera sido necesario abrir de haberse sabido que la serie no continuaría y que demuestran una desconsideración y una falta de coordinación evidentes entre cadena y equipo de producción. A la vista de los resultados de audiencia que iba logrando la serie, su no renovación parecía, si no evidente, una opción muy a tener en cuenta y este último episodio hubiera podido trabajarse de otra manera para que, aún con las mismas revelaciones, todo hubiera quedado algo más armado. Pese a ello, un buen entretenimiento para las últimas doce semanas.