Atresmedia está feliz con su exclusiva sobre los papeles de Panamá, un lazo a lo que desde hace meses, muchos meses, viene siendo la seña de identidad de una de sus cadenas, La Sexta que, en su papel de azote del gobierno actual y principal escaparate de las propuestas de izquierdas, ha encontrado un filón en la audiencia. Uno que viene espoleado por los innumerables casos de corrupción de nuestra clase política, casos que le hacen el caldo gordo a una cadena que, con un marcada línea editorial, disfruta con cada nueva revelación porque es consciente de que le dará unos puntitos más de share.
En este panorama en el que la línea editorial de La Sexta cada vez está más marcada y cada vez le da mejores resultados, el grupo estaba desperdiciando la oportunidad de atraer a «la otra mitad» de la sociedad, una que no sintoniza con Ferreras ni Pastor porque le sacan los colores a los suyos y que, tacita a tacita, empieza a llevarse 13TV, con sus evidentes limitaciones de audiencia. Así, era el momento de contraatacar y empezar a filtrar, desde un nuevo prisma, la información y la manera en que se comunican las cosas, uno más escorado, pero al lado contrario que el de La Sexta, tan lícito como el de esta.
En este panorama nos encontramos desde hace meses, con una Sexta que apenas habla de los problemas de Podemos y, cuando lo hace, les quita toda la importancia o incluso les da valor, frente a una Antena 3 que no parece hablar de otra cosa, una Sexta que busca y rebusca todo lo que pueda afear la conducta de los miembros del PP y una Antena 3 que los pasa por alto o menciona con equidistancia, disimulando de cuando en cuando con entrevistas amables a Iglesias mientras días más tarde nos trae un reportaje de investigación sobre Venezuela, con una intencionalidad bien clara. Es el juego al que están jugando, ese del que se enorgullece constantemente Carlotti, como máximo representante de la pluralidad informativa.
Pluralidad es, efectivamente, dar voz a todas las posiciones, aunque me atrevería a decir que para ser exactos, esta pluralidad debería aparecer en el mismo programa, en una misma discusión y no tener que ir cambiando de canal para recibir ambos lados de una misma moneda. Pero es que, incluso si hacemos esto, no veo claro hasta que punto es pluralidad dar una información desde dos puntos de vista tan extremos que parezca que los que informan y analizan vivan en mundos paralelos.
El ejemplo más reciente es el de hoy mismo con el pinchazo telefónico a María José Alcón en el que cuenta lo más grande de Rita Barberá y sus intrigas en el ayuntamiento de Valencia. A primera hora de la mañana, en Espejo Público y a la vista de lo clarito de sus afirmaciones, no tienen duda de que se sabe grabada y que está dejando constancia de todo lo que sabe. Nadie en su sano juicio habla así por teléfono, da tanta información en una única llamada y mucho menos, oh casualidad, justo el día después de que hayan pinchado su teléfono. Suena terriblemente sospechoso y parece claro que el pájaro ha cantado todo lo que sabe. Pero, dos horas después, escuchas la misma noticia en Al Rojo Vivo y Ferreras se congratula de la suerte tan grande que han tenido los investigadores del caso que, justo el día después de pinchar el teléfono (esto no lo dice), tienen a la señora Alcón con un ataque de verborrea como el que tiene. Es más, afirma Ferreras tajantemente que es imposible de todo punto que se supiera grabada porque, como todos sabemos, los policías y los políticos de primer nivel nunca hablan entre sí ni comparten información sensible (bueno, esto último la he añadido yo, pero solo le ha faltado añadir tal cosa).
Así, sin despeinarse y en una sola mañana, pasamos de una señora que cuenta todo lo que sabe sobre un caso de corrupción de la forma más conveniente a sus intereses y para que no parezca que es una chivata, a un caso de excelso trabajo de la policía que atina justo con el mejor día para pinchar el teléfono de una señora de forma totalmente casual. Y es aquí donde el tema de las líneas editoriales roza el ridículo y el periodismo se convierte en negocio interesado y poco más. Lo peor es que luego unos y otros van de adalides de la verdad, la transparencia y el servicio a la sociedad, cuando flaco favor le están haciendo a unos y otros, demostrando cada día lo fácil que es dar una noticia y la contraria con tan solo cambiar de cadena, con periodistas que comparten redacción, que se cruzan por los pasillos a diario y que han entrado en una dinámica bastante absurda solo por preservar su cuota de audiencia.
Creo en la línea editorial de los medios privados, creo que todos tienen derecho a tener la suya y a defender sus intereses, pero dentro de un orden. Cuando por preservar estos se roza el ridículo y la información pasa de estar editorializada a ser pura opinión es hora de revisarlos o, como mínimo, de dejar de llamarle información.
[…] de ese llamado “bufandismo”, que en algunos casos resulta hasta ridículo. Hace poco, yo misma comentaba la dificultad creciente para conocer los pormenores de algunas noticias que, según donde se cuenten, pueden parecer contradictorias, incluso entre compañeros de un mismo […]