Estamos tan acostumbrados a la televisión de enfrentamientos, de gritos, de muchos colores, de ediciones muy picadas que, cuando se nos presenta algo como A mi manera, nos cuesta entrar, se nos hace difícil de digerir, demasiado lento, demasiado tranquilo.
Pero es quizá esa característica del programa donde reside su principal virtud, la de hacer un documento diferente, una entrevista sin sustancia, una postal de abuelitos cebolleta contando sus aventuras cuando eran estrellas del pop en una de las mejores épocas de la música en nuestro país. Una serie de defectos de base que, sin embargo, dan lugar a un producto muy decente. Una de esas veces en las que todo el mundo encuentra el problema del formato, en las que falta chispa, en las que sobra pose y que, sorprendentemente, deja un producto coherente y decente. Una sensación muy extraña, una prueba de que la anti-televisión puede dar un resultado que no queremos machacar.
Para quién no lo haya visto, A mi manera reune a varios músicos muy reconocidos de los 80-90 como Marta Sánchez, Soledad Jiménez, Antonio Carmona o Mikel Erentxun (y un David de María que está claramente fuera de lugar) y les invita a convivir durante unos días en un fabuloso chalet en Mallorca. Allí, irán reuniéndose en pequeños corrillos para comentar sus vidas, entrevistar de algún modo a los compañeros y, como hilo conductor, versionar unos las canciones de los otros. De este modo, cada semana uno de ellos es el protagonista y se nos ofrece un programa de entrevistas como los que están abundando en estos últimos meses (camino de años ya) pero con un toque diferente, más pendiente del homenaje que de cualquier otro elemento y aderezado con lo verdaderamente interesante del programa, las versiones que cada uno de los artistas han preparado con las canciones del músico de la semana.
El resultado es una visión nostálgica de una época que, de entrada, reduce significativamente el público objetivo al que va dirigido el programa, un público cuarentón que a su vez puede sentir rechazo por la imagen que proyectan unos profesionales que en su momento fueron lo más grande y que hoy en día languidecen en un esplendoroso paisaje mallorquín. Al grupo le falta chispa, alegría, un toque de humor, están todo demasiado rígidos, demasiado encorsetados en su papel. Por un momento, al ver un vídeo grabado en el móvil por Carmona, pienso que no es tanto un problema de ellos como de la dirección del programa, que ha buscado precisamente ese tono lento y bajo, sin fomentar la naturalidad o el puntito divertido y gamberro que puedan tener. Es cierto que en un formato de estas características, especialmente si se trata de la primera temporada, es complicado encontrar el grupo perfecto de personas que aporten todos los elementos necesarios de un buen casting, pues hay que convencerles de que su imagen saldrá reforzada, de que todo será muy blanco y respetuoso y muchos posiblemente hayan rechazado la oferta de participar. Quizá haya sido el intento de hacer algo muy estético, muy centrado en la música y solo en la música, lo que haya dado como resultado un tono demasiado lineal.
Pese a quedarse a medias en muchas cosas, A mi manera es tan distinto a lo que estamos acostumbrados a ver, que ya solo por eso merece la pena echarle un vistazo. Con unos pocos retoques de edición, estoy segura de que puede dar mucho más de si, que puede mejorar notablemente y no digamos ya si logran hacer más temporadas en las que, con la garantía de saber que no hay apenas riesgo para los participantes, el grupo de aristas que se reúnan sean más naturales y ricos en matices.