Anoche volvió a Antena 3 Bajo Sospecha, una segunda temporada de esta serie policiaca de Bambú que hace borrón y cuenta nueva para, retomando únicamente a tres de sus anteriores personajes, centrarse esta vez en las desapariciones y asesinato de algunas de las trabajadoras de un hospital privado del centro de Madrid.
Con la presencia, como es habitual en las series de esta productora, de un sinfín de caras conocidas de la escena, entre las que destacan Gonzalo de Castro, Concha Velasco, Luisa Martín o los repetidores Yon Gonzalez y Lluis Homar, la segunda temporada de la serie apenas tiene en común con la primera el hecho de estar investigando un caso policial, pues incluso la relación entre padre e hijo que tenían Homar y González parece haber cambiado y no suponer un elemento añadido a la historia que se cuenta.
Es quizá esta una de las principales características de este nuevo arranque en el que se deja a un lado la creación de personajes potentes con un fuerte atractivo en lo personal, en sus contradicciones, sus sentimientos, sus personalidad. Eso, que en la primera temporada de la serie quedaba muy patente en el personaje interpretado por Alicia Borrachero, imponente en su papel de madre destrozada por la desaparición y posterior muerte de su hija pequeña, aquí queda desdibujado, primando la historia policial y las posibles implicaciones a nivel político y empresarial de los hechos.
Esta es posiblemente una de las cuestiones que más han gustado a los espectadores y críticos quienes, tanto ayer en redes sociales, como hoy en sus distintos medios, han aplaudido que el peso de la narración recaiga sobre la intriga y las motivaciones de los sospechosos, algunos de los cuales están muy implicados emocionalmente con las víctimas, y no tanto sobre sus sentimientos y sus dobleces. A mí sin embargo, esto me ha parecido una carencia y por el momento me ha resultado bastante menos interesante este primer episodio de lo que me lo pareció en su momento el arranque de la temporada anterior.
En el plano interpretativo me ha parecido que algunos actores están sobreactuados, Concha Velasco principalmente, y que se escenifica en exceso la tensión, la pena, la intriga, la calidad de sospechosos de todos los miembros del hospital. No hay una sonrisa en ningún momento, no hay un personaje simpático, uno conciliador, uno que intenta sacar adelante a sus compañeros con un poco de alegría y entonces todo se torna excesivo y demasiado introspectivo pero en cierto modo irreal y forzado.
A costa de ir al revés que el resto de la gente, yo sí estoy satisfecha con el resultado de la primera temporada de la serie, sí tenía ganas de ver cada episodio y en cambio aquí he notado cierta apatía en mi capacidad de engancharme como espectadora y poco interés por saber qué pasará la próxima semana. Y que nadie se equivoque, no echo de menos a Blanca Romero, cuya sustitución es sin duda la mejor decisión que han tomado con la renovación de la serie. Pero igual es que yo tenía el día tonto ayer y la semana que viene ya lo veo de otra manera. Me daré un tiempo.
Yo estoy totalmente de acuerdo contigo (empieza a ser un clásico). Excepto en que no pienso darle otra oportunidad. Ayer ya tuve bastante con la tontería de un enfermero policía «infiltrado» totalmente inverosímil, un hospital que carecía de todo, incluso de enfermos, actuaciones absurdas…Vamos que lo único que me gustó fue el policía-médico francés.
No tiene agarre, al menos a mí me resultó que hasta Luis Homar estaba forzado. En esta temporada no está Blanca Romero, pero todo: actores, decorados, trama, localizaciones tienen la insipidez y la falta de credibilidad de la asturiana.