Elecciones generales ayer en España y, como es lógico, las cadenas se vuelcan con la actualidad informativa durante todo el día pero, especialmente, una vez han cerrado los colegios electorales y ya se pueden empezar a hacer cábalas con los números, que van llegando en forma de escaños, alimentando la conversación y el análisis político.
Si algo claro nos deja la jornada es que no hay claros ganadores en lo político, pero sí en lo televisivo, donde La Sexta se reafirma como la cadena favorita de los españoles, no tanto para informarse (pues sus informativos no son líderes en el día a día) como para asistir a los distintos análisis de la situación política nacional cada vez que la programación ofrece una oportunidad para elegir. Claramente, La Sexta ha trabajado una personalidad orientada a la información y análisis de la política y en eso se han convertido en un claro referente. Un éxito sin lugar a dudas.
Pero, al margen de estos datos, ayer se dio otra curiosa circunstancia entre cadenas y audiencias que me interesa analizar: el enésimo cabreo de una determinada parte de la audiencia televisiva con su cadena de referencia, Telecinco, por desatender su parrilla habitual para cometer el «pecado» de atender a la actualidad informativa. Telecinco osaba anoche trastocar el horario del debate de Gran Hermano para atender a las elecciones generales ¡¡¡pecadores!!! y la jauría tuitera se ponía en guardia para recordarnos que hay un buen número de personas que no entienden de información, ni de actualidad, ni de la importancia de un proceso electoral, como tampoco en su momento entendieron que se interrumpiera la emisión de Mujeres y Hombres y Viceversa para informar de un trágico accidente aéreo. Gente a la que solo le interesan su ocio y su rutina y a quienes el futuro o el sufrimiento de los demás les parece una mera anécdota a la que no merece la pena dedicar más tiempo que el originalmente planteado en los boletines informativos correspondientes.
Ante este panorama social, que debería avergonzarnos y hacer que nos planteemos muchas cosas como colectivo, hay una cuestión que debería hacer sonar las alarmas en el cuartel general del departamento comercial de Mediaset. Si en los tiempos actuales en los que la responsabilidad social de las empresas es un elemento muy importante de la cultura empresarial, en donde muchos de los mensajes publicitarios en los que se trabaja están centrados precisamente en la conciencia social, en mirar a nuestro alrededor y captar todo lo que hasta ahora parecía invisible, en ser conscientes de nuestros privilegios y, sobre todo, en ser capaces de mirar a nuestro alrededor y ayudar a los demás, se impone la necesidad de encontrar al otro lado del mensaje un receptor dispuesto a escuchar, a colaborar, a hacer suyo ese mensaje. Y hay muchos programas de mucha audiencia en Telecinco que, definitivamente, carecen de un público donde este mensaje sea capaz de calar.
Si alguien no entiende la importancia de atender una catástrofe aérea o unas elecciones generales ¿cómo las marcas van a ser capaces de vender un producto basándose en valores sociales? ¿Cómo van a ser los comerciales capaces de vender a una marca una audiencia? Hoy en día los números son importantes, pero, cada vez más, las características detrás de esos números se convierten en esenciales. Un grupo de espectadores sin interés alguno por su país, sin capacidad para ponerse del lado de los que sufren, sin conciencia, sin dolor, puramente egoístas y ajenos a lo que ocurre a su alrededor, han de ser cada vez más difíciles de vender y, aunque la tentación de hacerlo al peso sea grande, a mí me parece un grave problema. Es muy rentable y muy valiosa una audiencia divertida, que busca el entretenimiento, la alegría, los instintos más primarios incluso pero, si les falta humanidad, si no tienen empatía, si todo lo que no les ocurre a ellos les importa cero, yo veo ahí un problema. Lo peor es que el problema no es de las marcas ni de las televisiones, sino de una sociedad que hace aguas por algunas esquinas, lo de Twitter y la tele es solo un reflejo de ello. Eso sí es preocupante.