¿Qué se puede decir del debate electoral de anoche que no se haya dicho ya en las decenas de análisis sesudos hechos por prensa y crítica o por los tuiteros habituales, esos que nos dan la vida en cada soporífero programa de televisión? La verdad es que poco, pero no quiero dejar de plasmar mi opinión sobre este despropósito.
- La puesta en escena: sin duda lo más criticado en un primer momento, aunque luego la bronca entre los candidatos diera paso a otras cuestiones diferentes. Ese escenario completamente blanco en el que nada destacaba, en el que los primeros planos resultaban flotantes o un intento de hacerlos modernos y casi de ciencia ficción, cuando la realidad es que parecía un escenario inacabado. Dicen que originalmente se trataba de un diorama retroiluminado que debería haber proyectado una luz, dando algo de color al conjunto, luz que nunca se puso en funcionamiento y acabó por dar ese aspecto tan neutro a un fondo donde la alta definición destapaba un incomprensible pelado del papel justo detrás de Rajoy.
- Precisamente esta alta definición hacía de los primeros planos un exceso, resaltando las imperfeciones de las caras de los candidatos y moderador como solo una gruesa capa de maquillaje en HD puede sobresaltar. No es algo que ocurriera ayer por primera vez, pero sí es algo sobre lo que se debería trabajar más en los departamentos de maquillaje de las cadenas, acostumbrados a usar gruesas capas de producto que tapen unos defectos que, con la nueva calidad de imagen, no hacen sino resaltarse más. Algo que originalmente debería favorecer a cualquiera que trabaje frente a una cámara, últimamente es un problema para quienes trabajando dando la cara y, muy especialmente, si eres un político en busca de telegenia.
- Este problema no afectó solo a los candidatos, también al presentador, que resultaba muy acartonado desde un principio, no tanto por el efecto del maquillaje sobre su rostro, como por el discurso casi decimonónico con que dio paso a las primeras intervenciones y esa música inicial que sonaba a NO-DO o, como mínimo, a concierto navideño de la orquesta de RTVE. Muy desacertado en todos sus aspectos.
- Desacertado también, según apuntan todas las críticas, el tono de los candidatos, que fue bronco y desagradable. Nada que no hayamos visto en debates acalorados en países que consideramos tan avanzados o más que el nuestro, aunque pueda parecer que lo que todo el mundo esperaba eran reproches en tono cordial. Quizá se esperaba de estos dos personajes tan de vieja política que se retaran a un duelo con un simple lanzamiento de guante, pero ni las propuestas ni la capacidad comunicativa de los candidatos estaban a la altura y creo que, de no haber sido por estos momentos de tensión, el sopor hubiera sido insufrible.
- El moderador sin embargo no estará de acuerdo conmigo, pues parecía incomodarse e incluso asustarse cuando las palabras subían de tono, dando algunos de los momentos más memorables de un debate que no pasará a la historia.
- Lo mejor de todo, el hackeo del propio debate a dos que desde La Sexta se puso en marcha, emitiendo el contenido en directo y añadiendo a los dos candidatos a revolucionar el bipartidismo que nunca tuvieron un hueco en TVE. La pena es que no aprovecharan mejor esta presencia, que se limitó a un momento de solape de la presencia de ambos en plató y una cordialidad entre ellos y para con los otros candidatos que quedó bastante descafeinada. Lógico por otra parte si tenemos en cuenta que sus principales contrincantes acababan de hacerles parte de la campaña sin necesidad de que ellos se despeinaran. Cualquier otra cosa más agresiva habría sido mejor en términos televisivos, pero innecesario en lo político. Bien por sus asesores.
- Bueno, quizá sí, por esa tensión en el presidente que quedó revelada en su equivocación al llamar «ruiz» a su contrincante cuando quiso decir ruin, una anécdota que no tendría mayor importancia pero que ha resultado ser la línea de portada de todos los titulares y que revela dos horas de tedio absoluto en las que solo las risas provocadas por el error han logrado inspirar a los cronistas del encuentro.
- Mal por una academia de la televisión que demostró que, pese a la categoría de los profesionales que la integran, está lejos de saber representar la televisión moderna en que vivimos, para bien o para mal. Definitivamente, esta academia no nos representa.