Tras intentarlo de varias maneras posibles, finalmente parece que Cuatro ha decidido terminar la emisión de Un tiempo nuevo, que tampoco ha funcionado con el cambio de canal y presentadora. La cosa no prometía mucho, pese a que efectivamente estos dos grandes cambios tenían sentido y pese a que el papel de Silvia Intxaurrondo ha sido muy notable, pero lo cierto es que los elementos en su contra han sido más potentes que el lavado de cara derivado del paso a otro canal.
Lo que más ha debido pesar sobre el programa es la sensación de copia, esa que hace que la gente, mayoritariamente y en todos los ámbitos, prefiera siempre el original a la imitación o el primero que aparece al que viene detrás haciendo lo mismo, incluso si este segundo es mejor o diferente (que en este caso creo que tampoco lo era) ¡Cuestión de costumbres!
Gran parte del programa de Cuatro, efectivamente, consistía en emular el debate sobre política y sociedad que desde hace más de un año se lleva gran parte de la audiencia en La Sexta, de la mano de Iñaki López en su La Sexta Noche y hasta aquí, esa fuerza de la costumbre era poderosa, pese a los cambios de colaboradores de un canal a otro e incluso los expertos tránsfugas. Si ya era complicado conseguir movilizar a una audiencia resistente al cambio, el resto de la oferta informativa del programa era una a menudo desagradable puntilla, eso sí, original donde las haya.
¿Dónde si no podríamos haber descubierto que hay inseminadores a domicilio o adultos que pagan a mujeres para hacerse pasar por bebés y ser cuidados por ellas en plan madres amantísimas, en el más amplio sentido de la palabra (sí, cagándose en pañales de adultos y dejando que les limpien el «culito»? Degeneraciones que una mayoría de la audiencia no podemos comprender y que resultan repugnantes de ver pero que, en algún momento, alguien pensó serían suficiente entretenimiento morboso para la noche del sábado.
En comparación con eso, ver a Inda y Tania Sánchez discutiendo como niños en el patio del recreo es como asistir a un episodio de Winnie the Poo y nada más plácido que el osito amarillo para tener dulces sueños.