Después de comprobar la poca atención que en la noche del viernes las televisiones prestaron a los atentados de París en directo, la ausencia de parrillas reorganizadas, los pocos cambios sobre un entretenimiento que primaba por encima de la información de la tragedia, toca ver la manera en que, aquellos que sí prestaron algo de atención lo hicieron, y darse cuenta de cómo, en ocasiones, casi es mejor no hacer nada que intentarlo y quedarse en el camino.

En este sentido, he podido ver la manera en que Jorge Javier Vázquez, presente en directo en el plató de Sálvame Deluxe, alternaba las preguntas del polígrafo de Kiko Matamoros con las noticias que llegaban a su móvil y los comentarios onomatopéyicos de sus colaboradores y me resulta casi obsceno. Entiendo que hoy en día es imposible abstraerse de la actualidad cuando se está presente en un directo en televisión, máxime con la naturalidad con la que todos los protagonistas en plató atienden a sus móviles y tabletas. Entiendo también que si la cadena decide seguir adelante con la programación habitual, uno debe hacer de tripas corazón y seguir con lo que toque, aunque las noticias que estén llegando sean desoladoras.

Lo que no comprendo es que pueda alternarse la tragedia con la banalidad más absoluta de las tramas de Sálvame, es algo que no me entra en la cabeza, que no concibo desde mi posición de espectadora y que me parece una auténtica falta de sentido, como mínimo, estético. Pasar, en apenas un cambio de cámara, de hablar de una guerra desatada en París, de la brutal ejecución de personas corrientes que disfrutaban de una noche de ocio, a los resultados del polígrafo de un señor que vive de inventarse conflictos, de espiar a su mujer y de insultar a sus compañeros de trabajo, me parece una tremenda falta de sensibilidad.

Brutal esta transcripción de uno de los momentos del programa que ejemplifica exactamente lo que estoy contando.

Sí, en la noche del viernes era importante conectar con la noticia, era fundamental hacer llegar la información a la población que no vive pegada a una segunda pantalla, pero no de cualquier manera. Si alguien en la dirección de una cadena considera que es importante dar la noticia, que corte la programación y haga un breve boletín informativo, pero no como parte del espectáculo, no como un avatar más de la noche mezclado con cuestiones que la gente más expuesta al amarillismo decide vivir, tragedias que eligen para poder lucrarse con ellas, para hablar sin pudor de «el peor día de mi vida» cuando apenas unos kilómetros más allá centenares de familias se destrozan para siempre.

Para hacer las cosas así, mejor no hacerlas.