¿Quién nos iba a decir hace un par de años que un publicista conocido y reconocido por su mal carácter televisivo iba a reflotar uno de los géneros más periodísticos que existen, el de la entrevista?
Abandonado por todas las televisiones, sin capacidad para despertar interés en la audiencia, más allá de las surrealistas entrevistas a variopintos personajes del corazón y discutibles, aunque muy rentables, pruebas de poligrafía, las entrevistas en profundidad a personajes más o menos relevantes del panorama cultural, social, pop o político habían quedado relegadas a un segundo plano o a episodios promocionales de los distintos proyectos en que estuvieran envueltos sus protagonistas.
Así, cuando se anunció la llegada de Viajando con Chester, todas las miradas se dirigieron al presentador, al preguntador en este caso, alguien con mucha personalidad que se convertía, por méritos (o deméritos) propios en el verdadero gancho del programa, más allá de las personas y personalidades a las que fuera a entrevistar, presentes a menudo en la pantalla, preguntados en muchas ocasiones, pero abordados aquí desde otro punto de vista, que ha terminado siendo el click que ha reflotado el género.
Tras la marcha de Risto a Antena 3, la fuerza de su programa, lejos de desvanecerse, se multiplicó. Viajando con Chester pasó a manos de una Pepa Bueno mucho más tranquila, menos incisiva, a veces excesivamente complaciente y contemplativa, pero con la capacidad para conservar el interés de una parte de la audiencia en el formato. Por su parte, Risto trasladó su forma de preguntar a la puerta de al lado y siguió haciendo lo mismo, mientras que en TVE se adoptaba la fórmula para esa curiosa manera de hacer preguntas que es En tu casa o en la mía. Lo único que diferencia estos tres programas es su conductor, y en el caso de TVE la profusión de planos aéreos y regocijo paisajístico, pero poco más. Se ha trasladado incluso ese monólogo en off que presenta y despide al personaje, pero a nadie parece importarle el parecido extremo, todos ellos funcionan y la audiencia se entretiene.
No son los únicos programas de entrevistas que veremos próximamente, pues Antena 3 quiere más y ayer mismo anunciaba la puesta en marcha de otro formato similar, Dos días y una noche, una adaptación del formato Sleeping with the stars que a mí me recuerda más a El convidat, de TV3, y en el que el entrevistador comparte ese tiempo con el personaje, acompañándole en sus tareas diarias, en sus compromisos o en su propia casa. Lo más llamativo del proyecto: que será presentado por Susanna Griso, una de las caras más amables de la televisión, con ese puntito de mal genio imprescindible, una persona que no parece estar dispuesta a acomodarse en ninguna de las facetas que domine en la cadena.
Este formato de entrevista-convivencia lo hemos visto recientemente en El programa de AR, con Ana Rosa Quintana acompañando a los principales líderes políticos en su día a día, aunque el resultado final haya sido corto y en mi opinión algo descafeinado. También lo vemos en el programa de Calleja, que no solo pone a sus entrevistados al límite en términos deportivos extremos, sino que ejerce de entrevistador mundano cuando acompaña a algunos de sus invitados en su día a día, caso del líder del partido socialista, Pedro Sánchez, que supo aprovechar la oportunidad para hacerse un vídeo promocional en el prime time.
Son muchas las variedades de entrevistas que a lo largo de la historia de la televisión podemos ver y disfrutar y son muchos los buenos profesionales del periodismo que siguen haciendo un buen trabajo en este ámbito, con mayor o menor repercusión. En un tiempo en que parece que la audiencia mayoritariamente quiere cosas sencillas, personajes fuera de sus pedestales y preguntas de gente normal, la televisión parece haber encontrado un nuevo filón y no va a parar hasta agotarlo.