Leo con incredulidad el nuevo cabreo generalizado de la red, en este caso contra Antena 3 por su presunta cobertura de la Champions, y no salgo de mi asombro. Según parece, hay un montón de gente muy enfadada porque la cadena, privada, elige emitir los partidos que juegan Real Madrid y Barcelona por delante de los de Atlético de Madrid, Sevilla y Valencia.
Aficionados de estos tres equipos claman al cielo por no recibir la misma atención que los líderes indiscutibles de la audiencia, un Real Madrid y Barcelona que garantizan, no solo el liderazgo de la audiencia del día en que se emiten sus partidos, sino un liderazgo holgado sobre su más inmediato competidor.
Aficionados de los equipos que no resultan prioritarios para el canal se enfadan porque no podrán ver en abierto los partidos de su equipo, considerando que la cadena se debe de algún modo a ellos en lugar de a sus propios intereses y los de sus accionistas, dando por sentado que su deber es atender a todos los equipos de la misma manera, como si el fútbol fuera un servicio público y no un negocio que cuesta millones.
Me pregunto si estos mismos aficionados serán los que luego claman también contra TVE por comprar derechos deportivos a precio de oro, con dinero público. O los que se echan las manos a la cabeza cuando ven las audiencias del partido de liga que emiten ahora los domingos y que no logra un mínimo de audiencia que justifique el gasto. Porque no es que la liga no interese en TVE como han titulado muchos este pasado lunes, es que hay equipos con aficiones muy reducidas que no logran sumar una audiencia suficiente para compensar unos desembolsos desorbitados.
Como espectadores y aficionados al fútbol debemos ser conscientes de que nos encontramos en medio de un negocio donde todo el mundo busca hacer dinero, un negocio en el que nadie es nada sin nosotros, que somos en última instancia los que hacemos ganar dinero a todos los demás, pero un negocio al fin y al cabo. Uno en el que salen ganando siempre los más grandes, como ocurre en todos y cada uno de los negocios no subvencionados. Podemos aspirar a algo diferente, podemos pedir otras cosas, pero entraríamos ya en cuestiones que nada tienen que ver con el libre mercado, más políticas que televisivas y, al final, todos saldríamos perdiendo.