Que los programas de cocina de toda clase y condición están inundando nuestras pantallas desde hace ya un tiempo es una realidad que a nadie con un mínimo de roce televisivo escapa. Incluso si no eres un consumidor muy activo de programación lineal, es casi imposible que no te hayas topado con alguno de ellos en algún momento, ya sea un concurso, un documental, un programa de divulgación o una sección de un magazine. Cocineros nacionales, extranjeros, con recetas saludables o la búsqueda de lo más brutalmente insalubre de la cocina de restaurante, todo lo relacionado con el comer está de moda.
En este panorama, si hay alguien que tradicionalmente ha prestado atención al mundo de la cocina y los cocineros es TVE, en cuyos archivos hay horas y horas de programación gastronómica. Muchos de ellos pueden claramente ser catalogados como parte de nuestra historia y cultura y otros más recientes, como el muy exitoso Masterchef, llevan además un sello que así lo certifica, como es el hecho de contar con un patrocinador cultural en un tiempo en el que solo algunos de los programas de la televisión pública pueden incluir publicidad.
Es discutible si, efectivamente, un talent show de estas características puede ser considerado como programa cultural, pero de lo que no hay duda es de que la gastronomía ha de tener una consideración relevante en nuestro país y nuestra televisión pública, del mismo modo que la tiene en otros países de larga tradición, donde ser cocinero ya era algo de postín mucho antes de que ocuparan minutos de prime-time o páginas del papel couché.
Frente al riesgo de convertir a estos innovadores de la cocina en estrellas de la televisión, encontramos también una serie de programas en los que estos grandes cocineros son simplemente ellos con su saber hacer, sin regañinas, sin complicadas pruebas de imitación, sin lecciones de autoayuda o superación y sin cuentas atrás marcando la tensión de un nuevo emplatado.
Desde las rutas gastronómicas de Un país para comérselo y sus maravillosas cocinas de andar por casa, hasta divertidos piques entre hermanos como los entretenidos gemelos Torres, hay mucho más que un mero programa de cocina detrás de las historias de sus fogones.
El ejemplo más reciente de este tipo de formato es El chef del mar, un excelente programa de cocina emitido los martes tras Cocineros al volante (un más que mejorable concurso de cocina) y que cumple sus objetivos de ser entretenido, ilustrativo y divulgativo (su realización es por momentos paupérrima, pero pasaré por alto este detalle que no debería deslucir el resto del trabajo). En las cinco entregas que lleva emitidas, Ángel León, quién fue jurado de Top Chef en Antena 3 y cocinero reconocido por sus recetas de mar y muy especialmente por ser quién ha introducido el plancton en la dieta, ofrece una hora de buena televisión en la que encontramos de todo.
Nos hemos sorprendido con la magia de sus trampantojos, hemos disfrutado de bellos emplazamientos del litoral español y la fauna marina que los habita, hemos viajado a Galicia para aprender cómo algo tan habitual en nuestras costas como aparentemente descartable en nuestra mesa como las algas, se convierte en un manjar y precisamente ayer aprendíamos cómo se cultiva ese fitoplancton que ha convertido a León en algo más que un gran cocinero. Un paseo por la granja en la que se cultiva este producto tan esencial en nuestras vidas y al que tan poca atención gastronómica se había prestado anteriormente y que desde hace ya una década se ha convertido en un super alimento aún muy poco popular pero realmente interesante.
Según vemos en los créditos del programa, El chef del mar es una idea del propio Ángel León, a mayor gloria de su persona, pero nada en el programa parece un publirreportaje de su cocina ni de sus productos. Su sencillez y su afabilidad convierten sus paseos por España y sus visitas a conocidos y amigos en un estupendo programa, no ya de cocina como podría inicialmente parecer, sino en uno sobre la cultura gastronómica que nos rodea, sobre las cosas que podemos lograr pensando más allá de nuestras fronteras mentales tan solo con un plato de cocina. El programa de anoche es un claro ejemplo de programa sobre innovación y tecnología, uno al alcance de cualquier espectador, como corresponde a un canal público, uno que demuestra que se pueden abordar determinados temas desde puntos de vista mundanos y sin espantar a nadie. Es el tipo de programa que debería emitirse a otra hora y que sin embargo queda relegado al very late late-night.