Ayer se estrenó en Telecinco ¡Vaya Fauna! un nueva versión del muy trillado show de talentos que, en esta ocasión, tiene como punto original el hecho de estar protagonizado por animales en lugar de por personas.
No he tenido oportunidad de verlo todavía y, sinceramente, no sé si llegaré a hacerlo, pues es un programa que está previsto dure todo el verano y, a la vista de los buenos resultados de audiencia de su estreno, todo apunta a que así será, así que tendré tiempo de dedicarle un ratito algún otro día, más allá de los escasos cinco minutos que ojeé ayer en los que una avergonzada chica intentaba hacer cantar a su loro, sin éxito.
¡Vaya Fauna! está presentado por Christian Galvez y en su jurado encontramos personajes tan conocidos como Yolanda Ramos, Soraya o los Gemeliers, en un mix sin sentido y que suena a cajón de sastre en el que pone la guinda Santi Serra, quizá el que más sentido tiene en el jurado, pero un auténtico desconocido para el gran público.
Pero la polémica, que se adivinaba mucho antes de su estreno, ha venido del lado de los animalicos que, según algunos defensores de la especies allí representadas, sufrían lo indecible para hacer entretenimiento para humanos, en lo que muchos han considerado un ejemplo más del maltrato al que se somete a toda especie animal por parte de estos monos sabiondos que somos los humanos.
Hoy en día, casi cualquier estreno en televisión levanta ampollas en alguna asociación que quiere aprovecharlo para hacerse publicidad o para tener su minutito de gloria. Habitualmente son asociaciones de profesionales que protestan por la manera en que son retratados en alguna ficción y siempre, siempre que hay algo relacionado con los animales, hay alguien al quite para erigirse en portavoz de quienes no se pueden defender, grupos e individuos que seguramente pasan horas disfrutando de vídeos de gatitos en internet pero que no toleran que los dueños de esas mismas mascotas quieran elevar sus monerías al prime-time. Un clásico.
Lo que me llama la atención de todas estas protestas, tan previsibles siempre, es que se dan en todos y cada uno de los programas de entretenimiento o de humor menos en uno: los que utilizan niños. Curiosamente, la sociedad parece estar muy preocupada por la utilización de animales en plató, por la imagen que se da de las cárceles en ficción o por la forma en que se muestra la realidad de una determinada raza en un docu-reality. Eso sí, cuando se lleva a un niño a cantar a la tele, cuando se presentan a un concurso de acrobacias o pasan horas aporreando un cajón, ahí nadie dice nada.
Y no es que esté yo en contra de que se hagan programas con niños. Me consta que hay miles de casos en los que estos se lo pasan cañón, les supone una experiencia divertida y además están cuidadísimos por la producción, pero también los hay que van como monitos de feria de plató en plató, solo porque a sus papás les hace ilusión lucirlos en la tele, y a nadie parece importarle.
Igual nos lo deberíamos hacer mirar.
Vergonzoso este artículo. ¿Minuto de gloria? ¿publicidad? Manda huevos, años de lucha, arriesgando sus vidas, consiguiendo verdaderos avances. No estaría de más