Parece el titular de una noticia atrae-clicks, pero se trata solo de una nueva versión del ya famoso Leon come gamba que tanto ha dado que hablar desde que fuera expulsado el primer concursante de Masterchef por su plato de patata cruda.
En aquel momento, no le di mayor importancia al hecho de que los miembros del jurado hubieran estado un pelín más duros de la cuenta. Los que me seguís habitualmente ya sabréis que siempre he defendido que los chefs de la versión norteamericana del programa son, a menudo, tanto o más duros que los nuestros, llegando a tirar el plato de comida directamente a la basura, sin mayor contemplación. También defiendo siempre que se trata de un concurso de talentos, que los concursantes son adultos y que, siempre sin necesidad de ofender, se trata de dar espectáculo y no de impartir lecciones o juzgar un trabajo como lo haríamos en otras circunstancias, de carácter más privado.
Sin embargo, parece que la deriva que está tomando el programa va un poco en esa línea y esta semana también nos enfrentábamos a un jurado serio y altivo, uno que se viene arriba con las regañinas y que parece estar deseando que se les presente un mal plato para poder dar rienda suelta a su mal humor. Nunca antes este jurado se ha presentado así y la verdad es que, teniendo en cuenta los buenos resultados que siempre ha dado Masterchef, parece innecesario hacer este cambio de sensibilidad en los jueces.
Es cierto que el programa debe evolucionar, que es necesario introducir nuevos elementos que lo mantengan fresco y también es cierto que no se les puede exigir lo mismo a los concursantes de la primera temporada que a los de las siguientes, que ya saben bien a lo que van, que tienen el privilegio de haber sido elegidos entre miles de personas para lanzar sus carreras y no pueden desperdiciar la oportunidad. Es cierto también que, cuando se trabaja en una cocina hay cosas que no se pueden pasar por alto y que un comensal nunca va a consentir, castigando duramente al chef, no volviendo a pisar su restaurante y haciendo dolorosas críticas del mismo que ahuyentarán a otros clientes potenciales. Pero tampoco podemos olvidar que en el mundo real los tiempos no están tasados de esta manera, ni el grado de nerviosismo de la competición es comparable.
En su momento, defendí a capa y espada la brutalidad de Risto Mejide en Operación Triunfo. Me parecía que su presencia era necesaria entre un jurado cargado de buenas intenciones en el que parecía no existir la crítica, donde todo el mundo parecía haber perdido el oído y los concursantes podrían darse el bofetón de su vida al salir, imberbes y cantando como gallinas, pensando que iban a ser el nuevo Michael Jackson. Ayudarles además a entender que la vida del artista que trabaja cara al público es así de dura, que las críticas son feroces y absolutamente crueles, me parecía una de las mejores lecciones que se podían aprender en la academia y solo Risto aportaba ese grado de cordura (aunque ahora insista en que lo suyo era un papel forzado para acabar con un concurso en el que no creía).
Pero Masterchef no es Operación Triunfo. Aquí no se trabaja cara al público, aquí no te juzgan por el aspecto que tengas, por lo que vistas, por lo bien que te muevas o por la personalidad que proyectes, solo por tus platos. Masterchef además se emite en un canal público, lo que necesariamente obliga a tener un tono diferente, uno más constructivo que crítico, uno que de la sensación de que estamos ante un producto cultural, como reza su patrocinio y que, con tanto mal humor, es difícil entender.
Yo sin embargo no comprendo por qué la gente no se cabrea igual con el timo que supone elegir en casting a personajes, esta claro que la cocina no se les da bien a casi ninguno. Algunos proclaman no haber guisado jamás. Como se puede entrar en un programa de cocina así? Por que fue seleccionado leoncomegamba? Máster chef es un programa de televisión, en el que por desgracia esta temporada y también la pasada, la cocina importa un pimiento. Entonces por qué lo seguimos viendo? Yo creo que cada uno tenemos ya nuestros afectos y odios proyectados y que lo que nos motiva, más que sus dotes culinarias, es ver si regañan, echan o humillan al que nos cae mal.