Hubo un tiempo en que parecía que todo lo que Telecinco estrenaba se convertía automáticamente en un éxito. Daba igual que fuera un reality, un concurso de talentos o una nueva serie, casi siempre cómica o familiar. Fruto de una serie de buenas decisiones, la audiencia se había acostumbrado a que la cadena proporcionara una oferta entretenida, de fácil empatía y que siempre enganchaba y, como autómatas, muchos de los espectadores de la noche arrancaban sus televisores pulsando directamente el cinco en sus mandos, casi siempre quedándose a ver lo que fuera que se emitía allí.
Hoy en día las tornas han cambiado, y esa sensación de que todo lo que hace se convierte en un éxito la porta ahora una Antena 3 que ha encontrado el filón de la ficción seria, diferente, atrevida y logra despertar la curiosidad de los espectadores por casi cualquier cosa que estrenen, aunque a priori pueda parecer una copia de otra serie. Lo mejor de todo es que, aún con esto, Telecinco sigue funcionando muy bien con lo suyo, en una agotadora labor de competencia que claramente está enriqueciendo a ambos.
La última prueba de que la audiencia está por la labor de confiar en lo que Antena 3 tiene que ofrecer, que no les asustan las premisas complicadas y las narrativas exigentes, con historias que hay que seguir de principio a fin, la tenemos en el estreno de Vis a Vis, un drama carcelario que no podíamos evitar identificar con Orange is the New Black, pero que ha resultado tener los parecidos justos para despertar el interés de un drama que demuestra tener una personalidad propia. Pese a que Telecinco contraatacó con la muy esperada nueva temporada de La que se avecina, no logró enturbiar un estreno que se alzó con la victoria por la mínima (apenas 300.000 espectadores de diferencia) en otra noche de éxito de la ficción nacional de la que ambas cadenas y todo el sector deberían congratularse (si, yo sigo con mi campaña por la buena convivencia frente a la habitual cara de perro).
El primer gran acierto de Vis a Vis es haber cambiado la prisión como concepto asociado al estado por una prisión privada, una decisión que permite una puesta en escena más cuidada y sobre todo, que evita protestas de los distintos colectivos implicados en el circuito penitenciario habitual por no ajustarse a la realidad, por dar una visión distorsionada de los funcionarios de prisiones, de las dinámicas de los presos, de las normas y costumbres de la cárcel. Que se trate de una prisión sin referencia alguna a la realidad, permite licencias de todo tipo, se es libre para dibujar a los trabajadores como unos delincuentes, al médico como un enfermo, se evitan de una tacada todas las protestas de quienes no diferencian una serie de ficción de un documental.
Hablando de documentales, el hecho de que en la prisión se esté grabando uno por parte de las propias reclusas es otra gran decisión para arrancar una serie en la que la presentación de personajes puede hacerse pesada o complicada de seguir. De este modo, la personalidades de las internas se desgranan de una forma ágil y natural y, aunque más adelante se irán perfilando con el devenir de los acontecimientos y las relaciones entre ellas, ya tenemos un punto de partida sobre el que asentar nuestras filias y fobias, algo esencial en una serie de estas características.
Está claro que Vis a Vis no es una serie para todo el mundo. Lejos de esas dramedias familiares, blancas, en las que todos podíamos encontrar alguien con quién identificarnos, dónde todos las generaciones estaban representadas y donde todo se veía venir pero no nos importaba porque te ibas a la cama con una sonrisa, nos enfrentamos aquí a un drama duro, lento, en el que hay que estar pendiente de todo lo que sucede, aunque parezca que no sucede nada. Un cambio de ritmo y sobre todo de tono en el que hasta los créditos finales con el avance del próximo episodio son distintos y potentes.
Con algunas caras conocidas en su plantel de actores, la mayoría de los intérpretes son nuevos en el panorama nacional, en un casting muy notable en el que, por el momento, nadie desentona, una seña de identidad de muchas series españolas, en las que a menudo parece que algunos se cuelan en el reparto por ser buena gente, amigos de la producción o simples nombres conocidos, pero que a duras penas logran llenar su papel. Aquí, incluso los ya conocidos, no lo son por haber tenido papeles protagonistas de gran relevancia, lo que ayuda a meternos en la historia sin la necesidad de borrar de nuestro imaginario su presencia en papeles anteriores. Un reparto sin reclamos que convierte lo que a priori podría ser una debilidad en una de sus grandes bazas. No en vano Luis San Narciso, responsable de casting de Globomedia, es uno de los más reputados profesionales del sector.
Si, he dicho Globomedia, ellos son los artífices de esta serie. Cuando parecía que estaban dormidos ante la nueva ficción que estaba triunfando, que se habían quedado anclados en las series de los 90 y los primeros 2000, con sus familias multigeneracionales, con sus desayunos llenos de marcas patrocinadoras o sus series de aventuras plagadas de adolescentes, acaban de demostrar que siguen teniendo un gran talento, que nunca lo perdieron realmente, que saben hacer ficción con gran profesionalidad y que quizá, solo quizá, eran las cadenas las que no se atrevían con las propuestas más arriesgadas y solo pedían series de las de toda la vida, sin riesgo, sin ganas. Todos parecen haber despertado, es una gran noticia.