Hoy toca un tema recurrente en el panorama televisivo español, uno que no termina de resolverse, a pesar de que datos de audiencia como los de anoche demuestran que las críticas apuntan a argumentos equivocados o, como mínimo, no sustentan la problemática que se le achaca.
Vamos con los datos. Noche de martes: dejando a un lado el partido de Champions que enfrentaba a Atlético de Madrid y Real Madrid y que estaba claro iba a arrasar en audiencia (8.668.000 espectadores y 45,4% de share), el premio se dirimía entre el segundo episodio de Allí Abajo en Antena 3, recordemos, estrenado la semana pasada con los mejores datos de la última década, y la vuelta de El Príncipe, éxito absoluto de audiencia en todas las entregas de su primera temporada en Telecinco. Junto a ellos, TVE asomaba tímidamente la patita con el arranque de la competición en la tercera temporada de Masterchef, tras la selección final de participantes de la pasada semana.
El duelo no podía ser más apasionante, no podía estar más igualado y eran muchos los que, como en tantas otras ocasiones en que se ha dado una situación similar, se quejaban amargamente de que las cadenas enfrenten a sus productos más lucidos entre sí, dejando otras propuestas más flojas para otros días de la semana en los que, casualmente, la competencia también resulta floja. Se queja el público de que ha de decidir entre una y otra oferta apetecible y de que unas merman el buen desempeño de las otras, reduciendo el éxito de ambas.
Hoy por fin, los resultados han refutado esa teoría, con una aceptación de las principales ofertas del prime time casi igualada y, lo que es mejor, todas ellas en cifras que individualmente serían un exitazo. Estamos acostumbrados a que las cadenas retuerzan los datos para buscar siempre el lado positivo de los números pero es que, en este caso, es cierto que todas han ganado.
Alcanzar una audiencia entre los tres y cuatro millones de espectadores es, hoy en día, señal de éxito y ayer El Príncipe se estrenaba con 4.883.000 espectadores. Solo con este dato, todo hubiera apuntado a que Allí Abajo habría quedado tocada y, si bien es cierto que pegó un bajón con respecto a su estreno simultáneo en tres cadenas, los 4.615.000 espectadores son un datazo que todo el mundo hubiera firmado antes de su llegada a la pantalla, incluso el primer día de emisión. Por si esto fuera poco, Masterchef, lejos de hundirse ante tamaños resultados, supera los tres millones y logra un meritorio tercer puesto, muy por encima de la media de la cadena.
Lo que estas audiencias demuestran en un país con 45 millones de espectadores potenciales, es que la competencia es buena para todos, que los buenos productos, los que llaman la atención de la audiencia, no hacen sino incrementar el interés de la gente por ver la televisión, aumentando el cómputo general de personas frente a la pantalla, que está lejos de ser un número finito en las magnitudes que se manejan.
La fuerte competencia de días como el de ayer solo confirma que, si se construye un buen prime-time, si la oferta es variada y convence, todos pueden salir beneficiados, que no es necesario matar la oferta del de enfrente para salir airoso de la noche, que se puede convivir con éxito y, sobre todo que, como espectadores, debemos reclamar que todas las noches sean así, en lugar de quejarnos de ello, sugiriendo la renuncia a competir, la producción de programas buenos y malos para repartirse las noches en pos de una mal entendida competencia en la que repartir la mediocridad.