Anoche, tras ver el estreno de Aquí Paz y después Gloria, había decidido no escribir sobre la serie, pues toda mi opinión quedaba resumida en este tuit:
Hoy, al ver las audiencias, las distintas reacciones de la crítica y las de algunos miembros del equipo de comunicación de Mediaset, sí me animo a escribir algo más sobre un producto que, no siendo lo que yo quiero ver en televisión, sí es cierto que tiene otras cualidades que lo hacen, como poco, decente.
También es cierto que, después de lo vivido en la noche del sábado (siento volver sobre el asunto, pero es que no logro recuperarme del shock), cualquier cosa nos parece decente y el caso de Aquí Paz es solo el primer ejemplo de como una producción televisiva puede no ser maravillosa, pero tampoco escandalizar por lo incomprensible de su llegada a las pantallas. Puede ser también que las expectativas nos la hayan jugado una vez más y que, tras años escuchando hablar de los problemas en la producción de la serie (recordemos que en 2013 ya se anunciaba su producción, con el nombre de He visto un ángel), de las reescrituras de guión, de su cancelación y posterior recuperación y del paralelismo inevitable con Alatriste, el resultado final no haya resultado ser tan malo como esperábamos. Puede ser.
La decisión de estrenar Aquí Paz en la noche de los martes ha sido arriesgada por la importante competencia que suponía Bajo Sospecha en Antena 3 pero, una vez despejado el terreno con la decisión de mover esta historia de niñas desaparecidas a la noche de los lunes, el cielo se abrió definitivamente para Resines y Molero, que se han convertido en líderes de la franja, sin mucha brillantez, pero líderes al fin y al cabo. Si logran conservar esta posición o se ven afectados por los posibles movimientos de la competencia, es algo que tendremos que esperar a ver, aunque todo apunta a que podrían aguantar una primera temporada, tampoco le auguro mucho más.
La serie tiene unas interpretaciones muy correctas, unos personajes muy básicos y muy típicos de las comedias españolas más tradicionales (y aquí podemos entender el adjetivo como algo sólido o como una crítica a la ausencia de evolución de los mismos) y parece más que evidente que se busca un público determinado, uno que es muy abundante y da muy buenos resultados en la medición masiva del éxito, aunque la calidad o la originalidad no sean los elementos por los que se apueste en este caso. Creo que a estas alturas ya nadie espera que Resines haga otra cosa que no sea ser Resines, al menos cuando interpreta una comedia, un papel que en televisión queda retratado en ese papel de Diego Serrano del que es casi imposible desprenderse, mucho menos si le acompaña un Antonio Molero difícil también de separar de aquel Fiti con el que se dio a conocer en televisión. Pero esto también le ocurre a Jesús Bonilla en su papel en El chiringuito de Pepe, que si le quitas las localizaciones naturales, sería muy pero que muy parecida a esta nueva apuesta por la comedia de Telecinco.
Aquí Paz y después Gloria no es El Príncipe, ni Los Nuestros, aunque es posible que las interpretaciones sean mejores que las de este drama bélico que, sin embargo, destaca por atreverse con un tema novedoso y unas localizaciones diferentes y casi inéditas en la ficción española. Tampoco es Aquí no hay quién viva, pues le falta ese toque de acidez y ese punto de incorrección. Pero lo que está claro es que tampoco es Alatriste, una superproducción llamada a ser parte del escaparate de televisión de calidad al que toda cadena aspira y que ha terminado escondido en el ‘late-night’ para pasar el trago lo más rápida y discretamente posible. Si las comparaciones son odiosas, en este caso la previsible catástrofe ha venido bien al producto, que ha resultado no ser tan malo como podría aventurarse a la vista de sus vicisitudes hasta llegar a la pantalla.
En televisión debería haber de todo, especialmente si una cadena aspira a estar presente en todos los hogares, independientemente de su formación intelectual, de su capacidad crítica o de su sentido del humor más o menos fino. Y reconozcámoslo, hoy en día aún hay mucha gente a la que este tipo de comedia, facilona y con caras conocidas, les parece mucho más fácil de seguir que una historia de asesinatos y pesquisas a la que hay que prestar toda nuestra atención. Yo soy de las que prefiere esto último, pero hay más de tres millones de personas que opinan lo contrario y eso son muchos millones que una televisión comercial no puede pasar por alto.