Hace un par de semanas, a propósito del estreno de Bajo Sospecha, tenía una animada discusión con un amigo respecto a la exactitud con la que estaban representadas algunas de las actuaciones policiales. Mi amigo, buen conocedor de la dinámica habitual del cuerpo de Policía, se mostraba asombrado de las numerosas tareas que se le atribuían que, en el mundo real, son gestionadas por la Guardia Civil y parecía no ser capaz de meterse en lo verdaderamente importante de la trama, despistado constantemente con estas cuestiones.
Ejemplos como el de Bajo Sospecha deben ocurrir a diario con todas y cada una de las series que vemos en las que se representa alguna profesión: seguro que la policía de Miami no opera como vemos en Dexter, que la científica de Las Vegas está muy lejos de hacerlo como en CSI y que el equipito de colegas de Mentes Criminales da bastante risa en Quantico. Pese a todo, eso no es lo importante, no es lo que, como espectadores, le pedimos a una historia pese a que, lógicamente, busquemos algo de verosimilitud en la forma de actuar de unos y otros. Podemos llamarlo licencia artística, necesidad argumental o simple ignorancia pero, mientras no afecte a la historia de forma sustancial, a mí personalmente no me importa demasiado su exactitud, principalmente porque entiendo que nos encontramos ante una ficción y no un documental.
Llegados a este punto, se entenderá que en mi experiencia viendo Los Nuestros haya optado por no plantearme cuánto de realidad existe o si son así algunos de los elementos comunes que vemos en los militares representados, características que por otra parte hemos visto cientos de veces en series y películas norteamericanas sin que nos haya causado pudor, ni sorpresa, ni risa. Eso sí, nos ha creado inevitablemente, una imagen de los militares norteamericanos común y de la que es difícil abstraerse, una muy parecida a la que ayer pudimos ver en Los Nuestros, solo que adaptada a la particular idiosincrasia del españolito medio que decide meterse a militar (algo por otra parte cada vez menos frecuente entre los españoles de nacimiento).
Y aunque nos llamen la atención los más arrogantes de los protagonistas, los más descarados o los menos ilustrados, no podemos pasar por alto que también existen otros perfiles, más centrados en su tarea, más volcados con la responsabilidad y la dificultad de su trabajo, aunque su vocabulario y forma de expresarse nos resulte menos llamativa y terminemos por quedarnos con los chonis, los guaperas o la proliferación de barbas no precisamente hipsters.
Los nuestros es una historia de personas en situaciones límite, algunas elegidas voluntariamente, otras producto de la maldad de terceros, pero una historia de personajes. Aquí no se trata de saber cómo se resuelve el secuestro de los niños, sino de conocer cómo el día a día de los militares les afecta en lo personal. Y aquí es donde cobra importancia la elección, pues atreverse con una historia militar, una de guerras, es un paso importante en nuestra ficción, tan dada a jugar sobre seguro.
De Los nuestros destaca la ambientación, la apuesta por un terreno tan árido como el del desierto, muy visual pero al mismo tiempo difícil de trabajar. Se apuesta también por enfrentarse a una situación política real y complicada, dando su sitio a unos militares que en muchas ocasiones se han visto menospreciados por formar parte de actuaciones para las que no siempre se encuentra justificación. Los nuestros es un tímido homenaje a los militares, que queda demostrado también en esa pieza documental, esta sí, real, que se emitía a continuación del episodio, recordando a muchos de los fallecidos en el terreno.
Para intentar alejarse de una pieza demasiado complaciente, la serie busca distraer al espectador con caras muy conocidas, con actores bien parecidos, algunos escondidos detrás de unas barbas que no les hacen justicia pero que nos recuerdan que, detrás del pasota boina verde, se esconde un tío bueno. Y por supuesto, la mejor tiradora del cuerpo, la deseada, la amante despechada. Porque, recordemos de nuevo, esto no es una serie de aventuras por el desierto, no es una intriga militar, sino una historia de personajes.
Y esto es quizá lo que la hace algo más lenta de lo esperado, quizá el principal defecto de un primer episodio que esperaba con más acción. La presentación de personajes es buena y la situación a la que se enfrentan queda bien definida y, pese a todo, parece que este arranque echa en falta unos cuantos tiros y bombazos, más allá de los que acaban con la vida de la pobre cabra.
Hay unas cuantas estupendas ficciones españolas en emisión en estos momentos y Los Nuestros es una más. Pese a la dificultad de enfrentarse a contraprogramaciones imposibles, es un gusto encontrarse con dilemas como el de anoche.