Las audiencias con shares en torno al 30% son cosa del pasado. La fragmentación de las audiencias hace imposible volver a datos de ese calibre como veíamos en los 90 o principios del 2000. Solo los acontecimientos deportivos de primera magnitud van a lograr audiencias millonarias arrastrando a un tercio de los espectadores.
Sí, sí, eso pensábamos todos y así nos hemos hartado de escribirlo, explicarlo y justificarlo. Hasta que llegó GH VIP y echó por tierra todos los argumentos. Anoche, un 29,3% del share optaba por sintonizar Telecinco en su televisor y, aunque el dato de rating suma unos cuatro millones de espectadores, cifra que sí se consigue a menudo con algunos productos como Velvet, o Cuéntame, por poner solo dos ejemplos recientes, no deja de ser impresionante el dato extrapolado.
Esa es la buena noticia, la que analizamos desde el punto de vista televisivo, la que refuta mis argumentos en contra de un programa de estas características que yo daba por muerto, equivocándome de cabo a rabo y menospreciando la capacidad de convertir en espectáculo las trampas y trucos de la producción de programas en directo de la cadena. No puedo evitar rendirme a la evidencia: en Telecinco son unos maestros a la hora de pulsar los botones de la gente y convertir sus sentimientos en el mejor reality show que podemos esperar, para una audiencia que vive pendiente de las andanzas de esos personajes, creados artificialmente pero convertidos en símbolo de la naturalidad. Te puede gustar o no, pero debemos rendirnos a la evidencia.
Lo que ya no me parece tan bien, y esto nada tiene que ver con la televisión directamente, pero si con las cosas que pasan después a su alrededor, es la explotación que se está haciendo de la relación entre uno de los concursantes y su hija, menor de edad, pero presente en el concurso casi como una participante más. Obviamente, estoy hablando de Belén Esteban y su hija Andrea, protegida por la ley en su intimidad, amparada por un sentido común que, pese a su popularidad por el conflicto entre sus padres, siempre la había mantenido al margen de las cámaras. Una protección que se está rompiendo por momentos desde el primer día en que su madre entró en el programa, hablando de ella a todas horas, luciendo una camiseta con su nombre y permitiendo que, pese a que se pixeló su cara como marca la ley, entrara ayer en riguroso directo y ante un share de record, en las casas de todos los espectadores del programa, protagonizando el show.
Mala idea, pues la niña está ahora en boca de todos aún más que nunca, no existe legitimidad alguna con la que reclamar que no se hable de ella, es su madre quién la ha llevado a la primera plana y la cadena quién ha aprovechado esta permisividad para sacar partido. Luego vendrán los lamentos y los gritos a los colaboradores exigiendo que de su niña no se hable. Mal, muy mal. Pero nadie le afea la conducta, es más divertido meterse con su pijama y lucirlo de plató en plató (espero que cada colaborador tenga el suyo, entendería así que se hubiera agotado) que recriminar que se ponga en la palestra a una niña de 15 años (por si esta edad no fuera ya suficientemente complicada). No señores, no, la tele no es tan mala como la pintamos a veces, son muchas veces los papás de los menores los que, por sacar pasta, por seguir en el candelero, los que por ignorancia o mal aconsejados (algún día habrá que insistir en el daño que puede hacer un mal representante, por muy íntimo amigo que sea), los que llevan las cosas al límite, los que no están preparados para medir las consecuencias que una exposición innecesaria puede hacer en un adolescente. Luego vendrán los llantos.
La gala de ayer estuvo dedicada a la memoria de la recién fallecida Amparo Baró. El mejor homenaje hubiera sido repartir un par de bien merecidas collejas.
Lo de esta mujer es un caso sin precedentes. Guste o no guste, se tenga una opinión u otra, lo cierto es que es un producto muy bien hecho y con una vida muy larga. ¿Qué otro caso hay como el de esta señora? Ex despechadas y mediáticas ha habido muchas, sí, ¿pero con esta duración mediática en el tiempo y las vueltas y vueltas de guión que ha tenido, tiene y tendrá la vida de esta señora? No recuerdo otro caso parecido. Lo de su hija tampoco me parece tan grave, la verdad. Salió a darle ánimos a su madre como salió la niña de Laura Cuevas. Andrea es mediática desde que nació, sí, pero vaya: aunque pueda parecerlo, su vida no es de interés nacional. Yo, en el trabajo, en la calle y en el bar, no escucho a la gente hablar de esta niña.