Interesante premisa la que plantea The Affair, una nueva serie de Showtime que está teniendo muy buena aceptación. Apenas ha emitido dos episodios, pero su intimismo y su capacidad para hacernos sentir cerca de sus protagonistas la convierte en algo diferente y es una muestra más de esa televisión pausada que a menudo nos ofrecen los canales de pago y que recientemente hemos podido disfrutar por medio de True Detective.
The Affair es la historia de dos personas infelices, por muy distintos motivos, que un verano se encuentran por casualidad y terminan por tener una aventura, como el propio nombre de la serie adelanta. Parece ser que hay un asesinato que lleva a que su historia se conozca, pero por el momento es la historia de amor o de necesidad de sentir algo diferente lo que nos lleva a un pequeño pueblo costero de los Hamptons y a conocer las vidas de esta camarera y este profesor.
A diferencia de la forma tradicional de contar historias, en este caso se nos ofrecen distintas visiones sobre lo que ocurre en esos días previos a la investigación policial. De un lado, los acontecimientos son narrados por el protagonista masculino para, a continuación, mostrarnos como esas mismas cosas se ven desde el punto de vista de ella, con notables diferencias. El segundo episodio hace lo mismo, aunque amplía algo más el campo narrativo para no volver tedioso lo que, sin duda alguna, se va a convertir en elemento esencial del juego de contar y, posiblemente, ocultar y engañar. Muy atractivo.
Entre los protagonistas de esta historia, aparta de los secundarios Joshua Jackson y Maura Tierney, encontramos a Dominic West en el papel del marido infiel y la que para mí es una de las piedras angulares de la serie, una Ruth Wilson que siempre me ha parecido una preciosidad de mujer, aunque no logro saber si ese encanto misterioso que tiene se debe a sus rasgos o a su papel en Luther que es el único sitio hasta el momento en que la había visto. También por ello me cuesta pensar en ella sin dobles intenciones, sin un motivo oculto para hacer las cosas, sin pensar que su candidez y su carita de niña buena solo esconden algo terrible que esta por ocurrir. En cualquier caso, una actriz que no deja indiferente.
Como comentaba anteriormente, esta es una de esas series que hay que ver con otros ojos, una que no ofrece tensión, ni acción trepidante, ni un misterio que ansiamos resolver, sino historias que se desarrollan al propio ritmo de la vida, a menudo tan lento como un largo verano; historias que solo con el foco de la cámara se vuelven importantes porque a los ojos de los demás pasan desapercibidas, pero historias tan intensas para sus protagonistas que merecen ser contadas, que al final son lo que hacen que la vida tenga sentido, que se sufra, se disfrute, se sienta. Ejercicios de introspección en los personajes que solo los canales de pago pueden afrontar, pues en los tiempos que vivimos es complicado enganchar a grandes audiencias con ellos. Bienvenidas sean.
A mí también me está gustando mucho. Ritmo pausado, sin estridencias, retratando la vida y sus avatares.