Cuando era pequeña y solo había un canal y medio de televisión no se podía elegir lo que se veía en la tele así que vi muchas películas clásicas (las que echaban), de esas que hoy en día casi ningún niño o joven ha visto jamás, películas que casi siempre resultaban entretenidas, algunas de ellas repetidas hasta la saciedad (cada navidad no faltaba Qué bello es vivir y no sé cuantas veces habrán emitido La ventana indiscreta, que precisamente esta noche emitía de nuevo TVE). Unas me gustaban más que otras, pero recuerdo vivamente dos cosas, aparte de la noche de insomnio y terror que me produjo La invasión de los ultracuerpos: la incapacidad para irme a la cama sin conocer el final de una historia y la desazón que me producían los finales abiertos.
Han pasado muchos años ya y, aparte de que ahora veo muchas más series que películas, dos cosas han cambiado sustancialmente en mi forma de acercarme a la creación audiovisual: ya puedo dejar a medias una historia sin que me quite el sueño no conocer el final y, sobre todo, ya no me frustran los finales abiertos. No solo eso, si están bien hechos, hasta puedo aplaudir su capacidad para removerme las neuronas.
De todo esto me he acordado hoy al leer que David Chase ha respondido por fin, después de siete años del final de Los Soprano, a la eterna pregunta de los seguidores de la serie ¿muere Tony Soprano en esa escena final? La respuesta de Chase ha sido simple y categórica: no, no muere.
Perseguido por periodistas y fans, a cada cual más pesado, Chase siempre ha dejado sus respuestas a esta incógnita tan abiertas como el propio final del episodio, negándose a decir claramente un sí o un no que ha dividido a los seguidores de la serie en uno de los finales más polémicos de los últimos años.
Llama la atención que sea precisamente ahora, ya pasada la presión inicial, cuando se decida a dar una respuesta, harto seguramente de la persecución cansina de quienes no terminan de entender el juego de la creación artística, esa que permite que el espectador medianamente maduro no se sienta frustrado con un fundido a negro que, precisamente por el desasosiego que provoca, es grandísimo como final.
Muchos han sido los escrutinios a los que se han sometido los últimos minutos de Los Soprano en un intento por dilucidar qué es lo que sus creadores han querido decirnos con ese fundido a negro. De ellos se desprenden teorías para todos los gustos, algunas fruto de los juegos que los creadores entablan con sus espectadores (Lost es quizá el mejor ejemplo de esto), otras seguramente inimaginadas por ellos, con retorcidas afirmaciones fruto de cabos que nunca debieron estar atados.
Esa es precisamente la grandeza de un final como el de Los Soprano, que permite al personaje seguir vivo después de que la serie llegue a su fin, cuando Tony muere, porque realmente no es más que un personaje, condenado a morir cuando sus creadores dejan de imaginar historias para él. Y al mismo tiempo no muere, no puede morir, porque ningún personaje televisivo al que no se mata muere en realidad.
Así que, con declaraciones de David Chase o sin ellas, solo puedo decir una cosa a todos los que siguen dándole vueltas al mítico fundido a negro: Get over it!
Por otra parte, el No de Chase no es más que una anécdota en este extenso y más que interesante artículo sobre su obra.
Hace tiempo que Chase dio las claves para entender el final. No se trata de si vive o si muere, sino de esa amenaza de muerte permanente que combina con su vida familiar. Vamos, que es la síntesis perfecta de las 6 temporadas.
Muchos cuentos acaban con eso de «y vivieron felices para siempre» principalmente para que el niño te deje tranquilo, pero creo que ningún adulto se traga ese final. El final de ‘los Soprano’ me parece de los más honestos y coherentes que he visto.