Cuenta hoy Fórmula TV que un formato español creado por el grupo Secuoya triunfa en los mercados audiovisuales, una excelente noticia, pero un formato que sin embargo me resulta simple y tontorrón, hasta el punto de no comprender cómo puede funcionar algo así en alguna parte.
The Shower, como se llama el programa, es una especie de concurso de canto en el que los participantes han de mostrar sus dotes bajo la ducha, como si fuera primera hora de la mañana y estuvieran en su casa tan ricamente. El problema, y la supuesta gracia del show, es que en su casa, los espectadores están conectados a una aplicación con la que muestran su agrado o desagrado con la cantinela, afectando de este modo a la temperatura del agua y haciendo que, a mayores gallos, más fría salga el agua o, como cabe esperar, a mayores ganas de ver sufrir al protagonista. ¡Me parto!
Desde que se empezó a hablar de interactividad entre espectadores y televisión, son muchos los programas que lo han intentado, de una manera más o menos exitosa o más o menos original, pero ninguno ha encontrado el filón que convierta al programa en todo un fenómeno gracias a esta interacción directa. Hay muchas posibilidades, muchas inquietudes, pero creo que pocas ganas y, mucho más inquietante, poco encaje real entre un modo de entretener que siempre se ha basado en la unidireccionalidad, en la pasividad por parte de quienes lo disfrutan, que no quieren complicaciones y solo buscan desconectar.
Así, la idea de montar un programa cuya única gracia es la de contemplar los gallos de quienes, afectados por la mala leche o la simple y legítima curiosidad de los espectadores, terminan dándose una ducha fría mientras intentan lanzar su carrera de cantantes, me resulta muy poco efectiva como formato y me sorprende sobremanera que esté teniendo el éxito que se comenta.
Ojo que la cosa puede ser simpática y hasta hilarante en algún momento, pero no más de cinco minutos y como parte de un conjunto más amplio, como una prueba más de un programa de risas como Me resbala o incluso de cosas tan antiguas como el ¿Qué apostamos? que no puedo evitar recordar si pienso en un programa de televisión con una ducha.
Si esto es el futuro de los programas de entretenimiento a nivel mundial, yo me bajo.