Es un hecho probado y comprobado una y otra vez: los seres humanos somos animales de costumbres y conseguir que las cambiemos es un reto para muchas empresas que, introduciendo nuevos productos en el mercado o haciendo cambios importantes en los que ya tienen, necesitan movilizar esos pilares de la sociedad a menudo complicados. Uno de los sectores que mejor conoce esta dificultad para producir cambios en las personas y sus hábitos es la televisión, pese a que en muchas ocasiones parezca que desconozcan estas particularidades de las masas, con cambios inesperados en la parrilla o movimientos erráticos imposibles de seguir.
Esta semana, y tan solo estamos a miércoles, ya hemos tenido dos pruebas contundentes de esta aversión al riesgo y los cambios de una audiencia fiel. La más contundente ha sido la audiencia del lunes por la mañana en el seguimiento de la noticia del día, la abdicación del Rey y los programas especiales que se improvisaron en torno a ello. No he tenido oportunidad de ver las curvas de audiencia de la franja matinal, pero los datos de la jornada apuntan a que los espectadores se quedaron pegados al televisor allí donde estuvieran cuando conocieron la noticia, aprovechando también la circunstancia de que muchos de estos programas alargaron su presencia en antena para cubrir la información, con tertulias improvisadas y especiales informativos. Así, los espectadores pudieron seguir todos los análisis tanto en Antena 3 como en Telecinco, las dos cadenas que acostumbran a liderar la mañana y que no desconectaron para emitir La ruleta de la suerte o Mujeres y hombres y viceversa (para cabreo de miles de seguidores del programa que se hicieron republicanos de un plumazo). Lejos de buscar la repercusión de la noticia en TVE, quizá la cadena más afín a este tipo de informaciones o la que en otros tiempos se hubiera llevado toda la atención, los espectadores no se movieron de Espejo Público o El programa de AR. y muchos conectaron, como cada mañana, con Cuatro y La Sexta para recopilar la opinión de los habituales tertulianos de estos programas de análisis político.
En este sentido también y en un día tan convulso informativamente, la noche siguió su curso de forma natural y la decisión de emitir el penúltimo episodio de Cuéntame en una jornada que no corresponde a la de la serie, si bien consiguió liderar la franja, no estuvo a la altura de la audiencia habitual de la serie en la noche de los jueves, en una semana además en que la competencia era muy floja, con una película varias veces emitidas ya en el lugar de la recién terminada Velvet en Antena 3 o el enésimo debate sobre la última y floja edición de Supervivientes en Telecinco.
Al espectador no le gustan los cambios, no le gusta tener que estar buscando algo que ver porque su entretenimiento habitual ha cambiado de día y mucho menos tener que ejercer de detective hasta encontrarlo, al espectador fiel, el que de verdad hace audiencia, no solo no le gustan estos cambios, ni ninguno, es que es un espectador rencoroso y una vez que lo pierdes, es muy difícil de recuperar. La prueba la tenemos en la cadena pública, una TVE que no logra conectar con los espectadores salvo en contadas ocasiones, esta noche será un ejemplo más con una nueva emisión de Masterchef, y que ha pasado de ser referente máximo en materia de información, sobre todo política e institucional, para convertirse en última opción, para casi ni tenerse en cuenta para casos de análisis informativo de urgencia. TVE tiene un problema de credibilidad y uno aún más grave de personalidad, y no parece que ninguno de los dos tenga trazas de resolverse próximamente, máxime con anuncios como el del estreno del nuevo programa El pueblo más divertido de España que desde luego no va a contribuir a generar expectación, ni imagen de calidad, ni servicio público ni, mucho menos, ánimo por conectar con la audiencia más joven y exigente. Y a nadie parece importarle.
Es que nos daba pánico escuchar a Mariló….hay que estar preparado para pasar vergüenza ajena y un lunes, así de buena mañana, se hace duro….