(Para las series españolas me parece innecesario avisar de estas cosas pero, por si las moscas, que conste en acta, este post está llenito de SPOILERS DEL EPISODIO DE AYER DE VELVET)
Sigo enganchada a Velvet, no me avergüenza lo más mínimo afirmarlo y lo siento por los que piensan que se trata de un novelón para amas de casa porque se están perdiendo una gran serie, no tanto por la historia que pueda contar, que efectivamente no deja de ser un folletín romántico, sino por todo lo que en términos de creación discurre alrededor de esta aparentemente sencilla historia de amores imposibles. En el episodio de ayer, criticado por muchos por lo que se ha considerado un episodio de relleno, uno en el que no ha pasado nada, y así ha sido realmente, pudimos disfrutar de un montón de detalles que hicieron del visionado del mismo un tremendo placer.
Velvet está hecha a imagen y semejanza de las comedias románticas de finales de los 50 y principios de los 60, es época en que se ambienta en la nos enamorábamos de Audrey Hepburn y en la que Cary Grant y Doris Day hacían pareja ñoña en llamadas telefónicas de pantalla partida que años después solo admitiríamos en Grease, otra novelita de trama básica que resulta ser mucho más de lo que su historia aparenta. Igual que aquellas comedias, todo en Velvet está salpicado de humor, pero no uno de carcajada, sino de sonrisa, de gente a la que, como ayer decía Ana a Rita «tienes que querer».
También bebiendo de referente clásicos, ayer pudimos disfrutar de una escena al más puro estilo Saloon del Oeste, con esa visita al burdel por parte de los chicos en su despedida de soltero que termina con una pelea de borrachos en la que solo faltaron las sillas volando por encima de las cabezas de los presentes o rotas contra las costillas de algunos. Esa misma escena con sus actores vestido del Oeste y no hubiera hecho falta cambiar nada más para trasladarnos a un spaguetti western cualquiera. Evidentemente, no es Juego de Tronos, pero tiene su punto.
¿Y qué decir de la borrachera de Raúl de la Riva? Actuación para disfrutar de Asier Etxeandía, justo en su punto de locura, ni muy exagerada, ni histriónica como podría responder a su papel de divo de la moda con unas copitas de más. Y cuando ya está a punto de pasarse de la raya, llega José Sacristán y se pone a coser. Yo casi me levanto a aplaudir.
En este sentido, cabe destacar también la teatralidad de algunas de las escenas de Velvet, un detalle que he comentado a menudo de las series de Bambú, muy cuidadas en su puesta en escena, con actores en posición perfectamente delineada para hacer un conjunto que funciona, incluso cuando hay hasta casi una decena de actores en plano y dándose paso unos a otros con sus diálogos de una forma que deja la escena completamente arropada y tremendamente enriquecida, aunque no pase nada, aunque lo hablado pueda ser completamente intrascendente.
Para los que esperaban ver otro episodio de amor, besos apasionados, cambios de opinión respecto a la boda, renuncias, pasión a raudales, el episodio de ayer, efectivamente, pudo pecar de falta de intensidad y sin embargo, pese a no tratar el amor directamente, esa escena final con el juego de los ascensores puede haber sido la más romántica de todas las que hemos visto hasta ahora. Después de haber conseguido que nos encariñáramos de Cristina y Ana nos pareciera algo insoportable, después de hacernos pensar que realmente casarse con una señorita de la alta sociedad madrileña, con esta señorita concretamente, puede hacer feliz a un inseguro Alberto, en apenas un par de minutos se consigue que deseamos ese reencuentro en la azotea, que casi corramos nosotros por las escaleras para llegar antes que ellos y no perdernos nada. Un juego de subidas y bajadas tan clásico como efectivo, un regreso al punto de partida que nos hace olvidar a la perfecta Cristina con la facilidad con la que Alberto pierde un botón.
Miguel Ángel Silvestre y Paula Echevarría no son los mejores actores, ni de España ni de esta serie, sus papeles no son los mejores tampoco, ayer echamos mucho de menos a Pedro y sus divertidas escenas con Rita, la historia de la madre de Alberto a punto de «regresar de la muerte» quedó colgada del hilo telefónico con que se hizo la reserva de hotel y efectivamente, pasar pasar, no pasó nada y, sin embargo, fue un episodio realmente bien hecho, uno en el que se ve a un equipo creativo pasándoselo bien, disfrutando con lo que hacen y sin dejar de mirar alrededor, cogiendo de aquí y de allí tantas pequeñas cosas… Definitivamente, soy fan.
Totalmente de acuerdo. Y la confección de un vestido de novia…!!!guau!!!