O así se desprende del ultimatum planteado por el Ministerio de Industria, después de que el Tribunal Supremo no haya aceptado el recurso presentado por las televisiones y avise del necesario cierre de canales no más tarde del 6 de mayo.
Para quienes no estén al tanto de los detalles, esta decisión del Tribunal Supremo responde a una denuncia previa sobre la concesión de las licencias de TDT y un aparente defecto de forma y la necesidad, presunta diría yo, de liberar parte del espacio radioeléctrico para prestar servicios de telefonía. En principio, nada achacable a las propias televisiones.
Los dos principales grupos audiovisuales llevan meses revolviéndose contra esta decisión, afirmando que no es culpa suya que la cesión de frecuencias inicial fuera defectuosa y que han invertido mucho dinero en desarrollar una parrilla y una oferta para sus canales TDT, para que ahora vengan a cerrárselos. Y no les falta razón.
Podemos afirmar que la oferta televisiva en nuestro país no es especialmente brillante, que son muchos los canales que ofrecen contenidos de dudoso interés o refritos de programas ya estrenados, algunos hace incluso décadas, pero lo que no podemos negar es que existe una oferta, que hay numerosos canales entre los que elegir y, muy especialmente, que hay otros tantos en los que no se emite nada o se emiten teletiendas y programas de telebrujería que, independientemente de su rentabilidad, probablemente más alta que la de otros canales con contenidos de entretenimiento, no son televisión.
No se entiende, al menos desde mi punto de vista como espectadora, que deba cerrar LaSexta3, con su oferta de películas 24 horas o Xplora, con sus documentales y entretenidos factuals, ni siquiera La Siete o FDF, con sus constantes reposiciones y culebrones latinos, en lugar de cualquiera de las cadenas que solo sirven para ir de escaparates y comprar mangueras extensibles o geles azules para la artrosis. Mejor o peor, unas ofrecen contenido y las otras utilizan el espacio radioeléctrico para cosas que no pueden ser concebidas como hacer televisión. Si nos acogemos a la literalidad, ni educan, ni entretienen, ni informan.
Tampoco es que lo lamente mucho por las cadenas de televisión, que incumplen las leyes a diario, entre otras la de confianza con el espectador, esa que no viene en el BOE pero debería ser la Primera Directriz. Han manipulado la política y las leyes, presionando a gobiernos y partidos a su antojo, unos y otros se han vendido por un plato de lentejas sin el más mínimo rubor.
Por otro lado, no estoy de acuerdo en lo del contenido. Si tienes un canal de televisión comprado y legal, lo que emitas por él es cosa tuya y de tu negocio. Me harto de pasar por encima de canales que emiten una señal fija con contenido cero, una teletienda sería más rentable. Demonios, si durante años en Ono estaban Canal Parlamentario y Canal Senado emitiendo una pantalla perfectamente negra. Años o décadas, ¿cuánto costaría mantener ese canal en emisión vacía durante tanto tiempo?
No opinaré tampoco que muchas teletiendas son más entretenidas que muchos primes de las cadenas «grandes».
Sobre el Gobierno, en el pasado incitó a la gente a invertir en sistemas de ahorro de energía mediante acumuladores domésitcos, mediante una fuerte campaña publicitaria, alabando el ahorro económico que al final suponía la inversión.
Después hizo lo mismo con la inversión en energías renovables con incentivos fiscales y obligando a las eléctricas a comprar el excendente de la energía generada. Otra campaña y mensajes tranquilizando a la gente por la fuerte inversión a realizar.
También nos vendió la moto de la TDT, que iba a ser la televisión del futuro, interactiva, imagen y sonido de calidad, oferta de entretenimiento, pluralidad…
Los que tenían acumuladores los están vendiendo como chatarra, los que invirtieron en renovables están en la ruina y los que montaron la TDT vieron cómo los cimientos técnicos y legales estaban hechos de barro y cómo todo el sistema caía desfondado en cierres,sentencias, repartos a dedo, revanchismo político…
Todo lo que ha vendido el Gobierno en los últimos 20 años se ha hundido por presiones externas de lobbies (especialmente el de energías), dejando naufragar sin remedio a los pobres incautos que se embarcaron en aventuras a priori aseguradas por el Estado. No es raro que Moody’s nos calificara como bono basura. Cortos se quedaban.
Por mi parte, con esta experiencia no invertiría ni cinco céntimos en nada que lleve el sello ni la marca España. Es una ruina garantizada.