Ayer terminó la edición infantil de La Voz con la victoria de María, la representante del equipo de Malú que hace unos días metía la pata en su cuenta de twitter, subiendo una fotografía con el premio en sus manos. Rápidamente la eliminó, pero el daño ya estaba hecho y los cientos de ojos siempre atentos a todo lo que ocurre en las redes sociales ya se habían percatado del tuit e incluso lo habían capturado, replicándolo a su vez en otros espacio de la red.
Este tipo de filtraciones, malintencionadas o simplemente fruto de la inmadurez de sus protagonistas o un despiste, no son tan habituales como cabría esperar en un mundo tan dado a los spoilers y, muy especialmente, en el que abundan los concursos pregrabados. Los participantes en estos programas, o sus representantes legales si se trata de niños, firmarán contratos leoninos en los que este tipo de spoilers están duramente penalizados y pese a todo, no debe ser fácil mantener el secreto, sobre todo si la emisión del programa se dilata en exceso.
La rivalidad de las cadenas o las simples ganas de incordiar que habitan en la personalidad de algunos, favorecen que estas filtraciones salgan a la luz y que se hagan grandes, fastidiando, no solo a la cadena que emite el concurso, también a sus seguidores, a los que se priva de una intriga fundamental en el desenlace del programa que han estado siguiendo durante semanas. Y sin embargo, son muy pocas las veces que esto ocurre.
Ya sea por la presión contractual de los protagonistas o por la madurez de todos los implicados del sector es bueno saber que, pese a excepciones, se puede correr el riesgo de hacer un programa pregrabado porque son pocas las ocasiones en que cadena y productora se queden con el culo al aire.
Pues yo creí que era un fake.