Faltan apenas dos semanas para que la película de Veronica Mars se estrene en EE.UU. al mismo tiempo en salas y en pago por visión. Ayer Marina hacía un excelente análisis de cómo el método de financiación del audiovisual puede cambiar si este proyecto resulta ser un éxito, aunque por el momento algo sí está claro: si el proyecto depende de la capacidad de los fans de poner su granito de arena, plataformas como Kickstarter han demostrado que es posible.
Y no estamos hablando solo de una película deseada como esta que, no olvidemos, parte de una base de fans muy reducida, de una serie de apenas tres temporadas, en un canal pequeño y que no era rentable para sus productores. Estamos hablando de la capacidad de una industria de revolverse y dar, por fin, a los espectadores lo que estos están pidiendo, consiguiendo reunirlos frente a una plataforma de crowdfunding del modo que no han conseguido reunirlos frente a la pantalla.
Y es que la televisión e incluso el cine, tienen hoy en día un problema de audiencia derivado no tanto del interés de esta por un determinado producto, sino de la capacidad para hacer rentable la suma de muchas pequeñas audiencias. Antes era sencillo: sumábamos a los que se ponían delante de la tele en el estreno de un episodio y vendíamos la publicidad ahí o sumábamos los espectadores que acuden a ver una película durante unos cuantos días y en función de eso mantenemos la cinta más semanas en cartel. Pero ese panorama ha cambiado, convirtiendo las innumerables posibilidades que tiene cada espectador individual, tanto las tradicionales como las nuevas, las legales y las que no lo son tanto, en un quebradero de cabeza para los productores y emisores/distribuidores, que aún no saben como poner en común ese interés y hacerlo rentable.
Con iniciativas como la de la película de Veronica Mars, basta con unir a todos esos espectadores bajo el paraguas de una web-hucha y testar su verdadero interés haciéndoles pagar por adelantado por ese producto que demandan. Y lo mejor de todo, pese a lo descabellado que pueda parecer, funciona. Quizá sea el momento de darle la vuelta a la cadena de valor, al sistema de distribución y preguntar primero al espectador qué es lo que quiere ver antes de empezar un proyecto.
Bueno, todo esto si los políticos nos dejan, claro, porque hace apenas unos minutos me he enterado de que el gobierno de nuestro querido país está pensando hacer una ley que impida a las plataformas de crowdfunding recaudar más de una determinada cantidad de dinero, en este caso 1 millón de euros, para proyectos financiados de esta manera. No salgo de mi asombro, la verdad. El crowdfunding está consiguiendo sacar adelante discos, películas (la premiada Stockholm sin ir más lejos), documentales, videojuegos e infinidad de productos físicos de gente que no logra crédito de los bancos, que no consigue que las grandes empresas les hagan caso o que las televisiones y cines se interesen por ellos, entretenidos siempre como están con aquello que viene de empresas y empresarios de reconocida trayectoria.
El crowdfunding es una de las mejores ideas que se han inventado para fomentar la creatividad, el arte y los proyectos que de otro modo jamás verían la luz ¿qué necesidad habrá de que ningún gobierno se inmiscuya? ¿Es que todo lo que viene de internet, como no se entiende, ha de ser necesariamente malo y regulado hasta el punto de que todo sean trabas?
La semana en que el estreno de Veronica Mars, la película, es un gran éxito de las personas y los creadores, podemos encontrarnos ante un gran disgusto, la evidencia, una vez más, de que los políticos no son de este mundo.
La cosa está clara, hay quien no quiere que haya formas alternativas de financiación. Una vez más se legisla por intereses.