Cuatro entregas lleva ya en emisión We love Tamara, el celebrity show que parecía destinado a ser el sucesor de Alaska y Mario y que ha resultado ser tan elitista como su protagonista o las personas que la rodean.
We love Tamara se estrenaba a principios de septiembre con una de las expectativas más grandes (hablo del run run de los que escribimos y vemos tele, desconozco los objetivos reales del canal) y unos de los resultados más flojos de los últimos meses. Aunque no podemos olvidar que se trata de un programa de un canal de pago, Cosmopolitan, que no es precisamente uno de los más vistos de las plataformas, como podrían ser Fox o AXN, 15,000 espectadores no deja de ser un resultado verdaderamente pobre.
Pese a estos datos, parece que la cadena está contenta, pues el consumo de We love Tamara en diferido ha resultado ser mucho más satisfactorio que su emisión regular, convirtiéndose en el programa de Cosmopolitan más descargado de su historia y en el séptimo más visto en Yomvi en su semana de estreno, confirmando entre otras cosas la importancia de medir los datos de audiencia como el agregado de directo y a la carta, al menos en los siete días siguientes a su primera emisión, como ya hacen en EE.UU.. También la tan medida últimamente audiencia social parece respaldar al programa, con datos que confirman el estreno y emisión de su segunda entrega como unos de los más comentados entre los usuarios de redes sociales. Y para completar la aparente felicidad de las cifras, la web de Cosmopolitan lograba un record de visitas con los contenidos específicos del programa.
Todos estos datos, que parecen contentar a Cosmopolitan y rentabilizar su inversión en un programa de estas características, que habrá sido cualquier cosa menos barato, me reafirman en el convencimiento, como ya expresé en su momento, de que el programa debería haber estado disponible para el público general al menos una semana después de su emisión en las plataformas de pago en que se emite, generando un efecto llamada que pudiera alimentar aún más su audiencia en todas o algunas de estas plataformas en las que hoy día puede triunfar un programa de televisión.
Parace evidente que existía el interés por verlo en una parte importante de la población prescriptora y, aún entendiendo que se quiera premiar a los clientes de pago, haciéndoles sentir exclusivos en su acceso al reality, no veo a ninguno de ellos disgustándose con el canal por el hecho de que, una vez a su disposición el segundo episodio, el resto de los mortales ya puedan ver el anterior de forma gratuita en la web de la cadena, un sistema ya de por si restrictivo. Está claro que el coste del programa no es una ruina para quién tenga verdadero interés en el show, apenas 1,99 euros, pero es la idea de perder una oportunidad de hacer ruido la que me sorprende. Ponerse a la altura de Tamara, reclamando para el programa una exclusividad similar a la de los eventos que frecuenta su protagonista quizá no sea la mejor idea, pues al final quienes son el target de programas como este no son quienes comparten eventos exclusivos con las celebrities, sino las señoras que en la peluquería disfrutan del Hola y revistas por el estilo, pensando cómo y cuánto les gustaría ser como aquellos que aparecen allí y también todos los habituales del ‘hate-watching’ que ven en estos programas una manera divertida de criticar al más puro estilo comidilla de pueblo y convierten a algunos estrenos en auténticos éxitos, más allá de la calidad de los contenidos que se ofrecen.
En lo estrictamente televisivo, We love Tamara es un reality soso, tánto como las revistas del corazón en las que podemos ver a su protagonista. Un poquito menos de Hola y un poco más de ¡Qué me dices! hubieran dado al formato toda la chispa que le falta y un poco más de naturalidad a una vida que resulta artificial e inalcanzable. Que además todo el conjunto esté impregnado de este aura de santidad que emana del fervor católico del neoconverso, hace que seguir las aventuras de Tamara sea un auténtico bodrio. Me aburre Tamara en París viendo alta costura, me aburre Tamara de charlita con su amiga princesa italiana y no os cuento cuánto me aburre Tamara saltando en paracaídas y casi echando el desayuno… ni la presencia de Alaska y Mario logró subir el tono del programa, más bien al contrario, nos hizo recordar lo bien que lo pasábamos con ellos en su reality y hacer odiosas comparaciones.