Hace 25 años Laura y Luke, protagonistas de General Hospital, se casaban en una boda de ensueño que atrajo a 30 millones de espectadores, en el que ha sido definido como el momento más influyente de la historia de la televisión en el género «soap opera».
Más tarde Laura murió, pero fue devuelta a la vida varios episodios después. Mató a su padrastro, tuvo un hijo de una relación adúltera y es abuela de un niño huérfano de madre. Su otro hijo es adicto a los analgésicos y su hija abortó después de quedarse embarazada de su hermanastro. Tras estas vicisitudes, no es de extrañar que Laura haya pasado los últimos cuatro años en estado catatónico, aunque ha conseguido recuperarse milagrosamente para casarse esta misma mañana de nuevo con Luke, 25 años después de su primer matrimonio.
Estoy hablando de General Hospital, una de las series más longevas de la televisión americana, que intenta con este evento revivir las mieles del pasado en que las series matinales (los culebrones, vaya) atraían millones, de espectadores y de inversiones.
Tan importante fue el momento de la boda de Luke y Laura que en ABC se afirma que todos sus trabajadores recuerdan donde estaban ese día. Incluso se afirma que la Princesa Diana envió champagne para celebralo
Pero el éxito de este tipo de series a veces roza la locura, no sólo por lo exagerado de sus tramas, que son inverosímiles y ridículas cuando las analizamos pormenorizadamente, sino porque la gente se las cree y llega a puntos de estupidez como los que describe el actor que interpreta a Luke quien, dos años antes de su boda con Laura, la había violado y se encontraba con mujeres por la calle que le pedían que las violara, en una demostración de admiración y afecto digna de abofeteo. En estas personas es en las que algunos se basan para criticar a la televisión y decir que atonta a las masas y que deberían prohibirla pero sinceramente, estas personas ya eran idiotas antes de que les pusieran a ver la tele.
¿Esa no es la serie que tiene enganchado a House?