En su momento no hice una entrada al respecto porque me pareció suficiente con criticarlo por twitter, pero ayer viendo Dexter se me revolvieron las tripas otra vez y no puedo evitar comentar una práctica que me parece lamentable, otra vez relacionada con los magazines matinales que tantos temas de conversación me dan últimamente.
Muchos estaréis pensando ahora que tienen que ver los magazines matinales y Dexter, dos programas tan distintos, dos formatos que nada comparten, pero no, parece que algunos editores han decidido que no hay mejor manera de retratar la realidad que asociándola a series de ficción y esta semana hemos podido ver como algunas piezas recopilatorias de la historia de José Bretón mostrada en El programa del verano se acompañaban de uno de los temas musicales de Dexter, concretamente uno que lleva por título Blood. Por si no fuera suficiente con el horror que la historia tiene, alguien ha decidido darle mayor dramatismo con una elección morbosa e inapropiada. Como si yo hubiera utilizado esta imagen para ilustrar una entrada hablando del caso.
Utilizar músicas de series conocidas es algo habitual en televisión estos días, lo hemos visto en realities y documentales y es una elección que puede ayudar a marcar el tono de un programa, a decir cosas sin verbalizarlas, a etiquetar reacciones, personalidades, hechos, sin necesidad de palabras. Todo muy televisivo y muy creativo, hasta que a alguien se le va de las manos y toma una historia real, una tan cruel como la un padre que asesina a sus hijos y los quema en una hoguera y decide ponerle música de una serie de ficción tan brutal como Dexter, en la que además existe una cierta empatía con el asesino, que mata con una motivación que nos muestran como justificable, convirtiendo el error de la elección musical en una broma macabra y de muy mal gusto.
No es la primera vez que estos programas deciden que las historias trágicas que cuentan no lo son suficiente y es necesario añadir fuerza y dolor por medio de la música, un recurso que utilizado en su justa medida resulta muy adecuado, pero cuyo límite es fácil traspasar. Hace unas semanas era el propio padre de Marta del Castillo quién comentaba este punto, al tener que ver unas imágenes suyas colaborando en la búsqueda del cuerpo de su hija acompañadas de otra de esas músicas que pretenden llegar al corazón, como si con la historia que se está contando no fuera suficiente. Terminada la reproducción de la pieza, se preguntaba a Antonio por sus sentimientos y él no podía evitar decir algo así como «con esa musiquita que le ponéis…». Muy triste que tenga que ser un padre que ha perdido a su hija en estas terribles circunstancias el que llame la atención sobre la ligereza con la que se busca remarcar su dolor.
Este último caso sin embargo, puede llegar a excusarse en que este tipo de piezas han de llevar música y no van a ponerle una de garito discotequero de playa, lo que automáticamente da al conjunto en un efecto dramático inevitable. Casos como el primero sin embargo, demuestran algo más, una falta de sentido común, una incapacidad para ponerse en el lugar de otros, no solo los afectados, también los espectadores horrorizados ante la maldad y capacidad de hacer daño del ser humano, una frialdad a la hora de sentarse frente a una mesa de edición que algunos se deberían hacer mirar, tanto quienes lo ponen en práctica, como aquellos que lo consienten. Un momento de esos en los que te preguntas ¿es que no hay nadie en toda la redacción que alce la voz para decir que es una burrada?
Creo que le buscas tres pies a un gato. No has pensado que igual es simple coincidencia.